Casimiro López. Obispo de Segorbe-Castellón.
Después de la pausa veraniega, nos disponemos como Iglesia diocesana a iniciar un nuevo curso y a retomar las tareas en los servicios diocesanos, en las comunidades parroquiales y religiosas, en los movimientos, asociaciones y grupos. Con el fin de reemprender unidos las tareas pastorales con los objetivos específicos de este año he convocado a todos cuantos formamos esta porción del Pueblo de Dios de Segorbe-Castellón a la Jornada diocesana de inicio del Curso pastoral. Tendrá lugar, Dios mediante, el sábado 17 de septiembre, en el Seminario Diocesano Mater Dei. Todos los cristianos católicos estáis invitados y convocados, y muy especialmente los sacerdotes, párrocos, delegados diocesanos, arciprestes, religiosos y religiosas, catequistas, profesores de religión y miembros de los consejos de pastoral.
Puede que alguno piense o diga con cierta dosis de cansancio, de indiferencia o de escepticismo: ¡Una reunión más¡ ¿Por qué y para qué, pues, esta Jornada diocesana? Pensemos que un nuevo curso es, ante todo, un nuevo tiempo de gracia que Dios nos concede para seguir caminando unidos como Iglesia del Señor en la tarea de vivir y anunciar a Jesucristo y su Evangelio de Salvación. Nuestra misión es única y compartida. Antes de emprender un nuevo curso es necesario, pues, orar juntos para escuchar la voz del Señor; y es igualmente necesario reflexionar juntos sobre el camino que Él nos marca a todos en las circunstancias actuales de nuestra Iglesia, de nuestras comunidades, de nuestros bautizados y de nuestra sociedad. Ese camino queda reflejado en la Programación Diocesana, que se ha enviado a parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos. La podéis ver también en la página web del Obispado.
Es hora de superar el parroquialismo en la acción pastoral acogiendo y aplicando cordialmente el camino que el Señor nos señala. Es hora de dejar la rutina y la pastoral de mantenimiento para ponernos manos a la obra de la misión, que el Señor nos encomienda hoy. A saber: llevar a las personas y a las familias al encuentro con Jesús y su Evangelio, para hacer de nuestros bautizados verdaderos cristianos que sean discípulos y misioneros, para hacer de nuestras familias verdaderas familias cristianas donde se viva y desde donde se anuncie la belleza del Evangelio del amor, del matrimonio y de la familia, y de hacer de nuestras parroquias verdaderas comunidades cristianas, comunidades de discípulos misioneros, células vivas de la Iglesia diocesana
Sin contar con la presencia viva del Señor Resucitado y la acción del Espíritu Santo no podemos hacer nada. Recordemos el pasaje evangélico de la pesca abundante. Los discípulos han estado faenando toda la noche y no han pescado nada. Jesús les invita a remar mar adentro y echar de nuevo las redes. Pedro, a pesar de su queja inicial por la ausencia de pesca durante toda la noche, le dirá: “En tu nombre, Señor, echaremos las redes”. ¿Qué es lo que cambia en aquellos hombres que pasan de la queja a echar de nuevo las redes? En el fondo cambia su actitud. Hasta entonces habían pescado en su barca y con sus propias fuerzas. Por la invitación del Señor aquellos rudos pescadores pasan de ponerlo todo en sus fuerzas a 'creer y confiar plenamente en Jesús': ahí está el secreto de la pesca abundante.
Por eso, antes de comenzar nuestras actividades es necesario orar, mirar y escuchar juntos al Señor. Nos veremos distintos, poniendo a Jesucristo en el centro, abriendo nuestro corazón y nuestra tarea a la acción del Espíritu. Sólo así, aunque estemos cansados y decepcionados, aunque pareciera que no vamos a pescar nada, “por tu Palabra, echaremos las redes”. Ya no será por nuestras solas fuerzas, sino en su nombre. Confiando en su Palabra no nos quedaremos en la queja y la dificultad, sino que confiaremos sobre todo en su presencia y en su llamada a seguir evangelizando por el camino que Él nos muestra a través de nuestra Iglesia diocesana, que es, a la vez, suya. Dejemos nuestros miedos y escepticismos. Confiemos en el Señor que dirige la barca de nuestra Iglesia. Él impulsa nuestra tarea con su gracia y la fuerza del Espíritu.