María B. Alonso Fabregat. Psicóloga Clínica y Forense.
Eva llevaba viviendo en Colonia, la bonita ciudad de Alemania, unos seis meses, tras conseguir un contrato de ingeniera en dicha ciudad. Para ello tuvo que dejar su ciudad natal, Barcelona, y trasladarse a Colonia en apenas quince días de tiempo. Empezaba a estar instalada y adaptándose a su nuevo trabajo, en una nueva ciudad, en un nuevo país… cuando apareció un nuevo cambio en su vida, conoció a un joven de su misma edad, e inició una relación.
Atrás dejó en Barcelona, hace un año, todo el proceso de duelo que produjo la muerte de su madre, tras una larga enfermedad, donde Eva estuvo apoyando tanto a su madre en sus últimos momentos como a su padre, a la par que terminaba sus estudios y trabajaba en una empresa a tiempo parcial. Le prometió a su madre seguir adelante con su vida, no mirar atrás, seguir superándose día a día…
Pero hace dos semanas todo se truncó. De golpe, sufrió un desmayo repentino en el lugar de trabajo y fue trasladada a un hospital cercano. Fue valorada exhaustivamente por el equipo de médicos de urgencias y, al final, la visitó un psiquiatra quien valoró que Eva presentaba un importante cuadro de ansiedad.
Al hablar con el psiquiatra, toma conciencia y recuerda que en las últimas semanas dormía muy mal, comía fatal y estaba muy irascible, también notaba que le costaba concentrarse y que se desorientaba con facilidad. Ella ya no entendía por qué le pasaba esto, si ella ahora estaba bien y había conseguido superar muchas cosas y era alguien muy optimista…
El primer estudio sobre trastornos mentales y otros en inmigrantes fue realizado en el siglo XIX en Estados Unidos, por Runey y Pollock. En aquel estudio se detectó que los inmigrantes acudían más a hospitales psiquiátricos que los foráneos. El alejarse del medio familiar y conocido, la añoranza de los seres queridos, la distancia, las nuevas exigencias, los nuevos retos… Podrían superar la capacidad de adaptación de los inmigrantes y provocar más enfermedad.
En investigaciones recientes se habla del Síndrome de Ulises que cursa con estrés crónico y múltiple. La migración es un gran acontecimiento vital en la vida de las personas y, como muchos acontecimientos vitales, tiene aspectos positivos y no tan positivos y puede, siguiendo los criterios de Lazarus, exceder los recursos de la persona para adaptarse. Este último autor refiere que lo que lleva finalmente a enfermar a una persona es su reevaluación de no ser capaz de hacer frente a lo solicitado por el medio, a no tener los recursos personales suficientes para hacer frente. Es decir, ante la demanda de un medio, si el sujeto valora que puede adaptarse y que puede hacer cosas para superar dicha situación, no aparece por tanto la indefensión, no enfermará y pondrá en marcha todo una serie de estrategias adaptativas.
Eva, junto a su proceso de adaptación por emigración, tenía que superar también el duelo de su madre que es otro gran acontecimiento vital negativo y la felicidad e incertidumbre del inicio de una nueva relación, que otra vez es un gran acontecimiento vital, en este caso de valencia positiva. Posiblemente excedió sus recursos personales…
Pero debemos cuestionarnos que además de trastornos de adaptación, otros cuadros de ansiedad y otros de estado de ánimo, son comunes en muchos emigrantes e inmigrantes. Pero no se debe olvidar que en ocasiones las personas que emigran no lo hacen a lugares de seguridad personal, lo hacen en condiciones en muchas ocasiones infrahumanas, no se encuentran a su llegada en muchas ocasiones el mejor de los lugares, ni la mejor casa, ni la mejor comida… Viajan en pateras, atravesando alambradas, se convierte en refugiados sin techo…
En algunas investigaciones se establece un paralelismo entre el duelo de la pérdida de un ser querido y el duelo migratorio, pero parcial, ya que siempre se puede regresar: la pérdida de la cultura, de los amigos, de la familia, de las costumbres… Un duelo se produce cuando se pierde algo afectivamente muy importante. Qué duda cabe que el duelo afecta a la identidad de la persona, afecta a su integridad total y produce síntomas parecidos a la ansiedad y también a la depresión. Asemejándose la clínica a lo que denominamos desde la psicopatología como un trastorno adaptativo mixto.
La versión más extrema de ese proceso adaptativo como ruptura de muchos significados vitales y significativos del emigrante, apartándose de personas y lugares importantes para él, se denomina el Síndrome de Ulises. Se produce cuando las situaciones de adaptación son extremas, si el proceso migratorio es muy insatisfactorio, traumático y genera deprivación y situaciones altamente nocivas para la integridad física y psíquica. Se diferencia claramente de otro proceso migratorio donde el individuo, va a un lugar de trabajo, donde estará en condiciones adecuadas, donde podrá disponer de un lugar saludable donde vivir…
La profesora Achótegui de la Universidad de Barcelona, en un estudio que se realizó a 1110 inmigrantes que fueron atendidos en el Servicio de Atención Psicopatológica y Psicosocial de inmigrantes y refugiados de Barcelona, se encontró que las características básicas son: edad entre 18–44 años y con una estancia de entre 2 y 5 años; esta autora no encontró diferencias en género, la procedencia más común en este estudio eran latinoamericanos y africanos. El Síndrome de Ulises representaba un 15,7 de los casos atendidos.
En España, en las décadas de los 50 y de los 60 del pasado siglo, cuando muchos de nosotros aún no habíamos nacido, se produjo una de las emigraciones más masivas de la historia de nuestro país. De aquella emigración de mano de obra a otros países, la cultura popular generó mitos, canciones y otras experiencias culturales que permitieron a aquellos que se fueron manejar sus procesos de duelo y adaptación. Quién no recuerda el anuncio de un turrón con la llegada del hijo que regresa de tierras lejanas o la canción de Juanito Valderrama ‘Tengo que hacer un rosario…’ Que decir en la actualidad que tras años de crisis económica nuestros jóvenes se han vuelto a convertir en emigrantes, pero en este caso se trata de emigración altamente cualificada, con estudios universitarios.
En las últimas décadas antes de la crisis, España era un país de inmigrantes, ahora ofrece esa doble vertiente: emigración e inmigración. Pero los nuevos medios de comunicación y transporte hacen que el tiempo alejado de los seres queridos no sea tan impactante como en otros tiempos, acercando por videoconferencias y otros a nuestros familiares, lo que permite una mejor superación de la adaptación. Los vuelos de bajo coste también se han convertido en algo que favorece el regreso, los viajes de amigos y los familiares de visita.
Una última reflexión, la emigración e inmigración forzosa de miles de personas, que en ocasiones nos quedamos cortos en definir como dantescas y verdaderas odiseas, se da por ejemplo en el caso de los refugiados. Aquí, en este grupo, nos encontraremos en los próximos años los grandes trastornos adaptativos de las migraciones, como es el Síndrome de Ulises, cuadro de estrés crónico y múltiple.