José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal.
Desde hace años sigo con cierta regularidad esta serie de dibujos animados, en unas épocas más que en otras; hace unos años mi afición por esta serie se reforzaba con el entusiasmo de mi hija hacia esta peculiar familia, su entorno, y como no Springfield, recreado a tamaño natural por Universal Studios en su parque de los Ángeles recientemente.
Analizar y justificar el fervor o el desdén que provoca la serie, la aceptación o rechazo hacia sus historias, y como no la simpatía o indiferencia hacia sus personajes es tarea excesiva para quien suscribe y de gran extensión, pues analizar a los Simpson es analizar al pueblo americano, cuyo creador ha conseguido en esta serie, reírse sanamente de sí mismo, mostrar incesantemente, eso sí, con dosis a raudales de ironía, a todo el pueblo americano, desde sus fundadores hasta las figuras más relevantes pasadas y presentes de su historia.
Añadir que los levantinos mediterráneos tenemos un motivo más para sintonizar con esta serie de ficción y es la acidez socarrona, constante en todas las historias de la serie, que nos obliga a esbozar una sonrisa, programa si, programa también.
Me ha sorprendido siempre el ataque feroz y reiterado hacia el sistema de sanidad americano, en donde te atienden según las coberturas de tu seguro o la muy denostada educación pública, con profesores nada motivados, instalaciones precarias y comida de calidad más que dudable.
Con el tiempo me he acostumbrado a la contundente y satírica crítica a la poderosa asociación del rifle y a su defensa de la posesión y uso de armas de un modo generalizado por la población civil.
Como corolario del casi cinismo en el enfoque de algunos temas, está como no, el trabajo de Honoren la central nuclear, criticada desde su misma esencia y en el poder del dinero que de ella y de tantas otras se deriva, que sirve para todo, que pretende conseguirlo casi todo, aunque en ocasiones se lo impide el pueblo llano.
No obstante lo anterior, la serie pone en valor muchas cosas del pueblo americano, bien es cierto que manifestado de modo diverso, pero el que resulta más evidente es la defensa de la familia y el hecho de mostrarla como base fundamental de la sociedad americana, de su sentir como pueblo y nación y la integración multicultural que forma parte de su esencia.
El amor por encima de cualquier contratiempo de Homer y Marge, el que como pareja son capaces de todo, a pesar de los miles de defectos del hipercaricaturizado Homer y el que son capaces de hacer cualquier cosa por sus hijos para que estén bien y sean felices en ese pueblo suyo, son una constante nunca cuestionada.
La familia, entendida de un modo amplio, como espejo de la sociedad americana, es presentada de un modo habitual con sus costumbres y peculiaridades, pero siempre como la fuerza de ese pueblo, tan complejo como cualquier otro, por mucho que desde fuera nos quedemos con dos o tres estereotipos.
Por todo esto me gustan los Simpson, a ti querido lector, ¿también?