Rafa Cerdá. Abogado.
"Nosotros, el pueblo". Con estas sencillas palabras se encabeza la Constitución de los Estados Unidos de América, una verdadera obra de arte política en la que se conjuga el equilibrio entre los distintos poderes ejecutivo, judicial y legislativo con los derechos individuales de la ciudadanía. A pesar de su más que dilatada antigüedad (su vigencia se prolonga desde 1788) y de las oportunas Enmiendas según la época, ninguna corriente política que ha ostentado el gobierno de los Estados Unidos jamás se ha apropiado de la Constitución como un instrumento de su discurso político, y mucho menos como instrumento. Precisamente la garantía del libre ejercicio del poder recae en el cumplimiento de la Constitución.
Mientras que en nuestra querida Europa ocurre justo lo contrario. En un movimiento inversamente proporcional al más elemental sentido común, los diriente políticos europeos enarbolan la bandera de "nosotros somos el pueblo" pero nunca para referirse a toda la población: únicamente a los que apoyan sus postulados. En esta España nuestra ¿cuántas formaciones de nuevo cuño se definen como los genuinos representante 'de la gente'?, ¿qué mediática figura de apellido canónico se erige en genuino portavoz del global de la ciudadanía, reduciendo al resto de votantes de otros partidos a la condición de ectoplasma?, ¿no rige en cierto territorio un discurso de corte independentista que equipara a los ‘partidarios de ejercer su derecho democrático’ (esto es, los suyos) con el conjunto de la sociedad?
En Francia, las elecciones presidenciales se han llevado por delante la clásica alternancia entre conservadores y socialistas, aupando a la Presidencia de la República al centrista Emmanuel Macron (con un apoyo superior al 60% del voto). Su espumoso discurso sobre ‘elaborar una nueva Francia’ sugiere mucho pero concreta poco, bueno al menos me ha sonado mejor que la verborrea populista de la señora Le Pen, cuya derrota en esta elección presidencial ha recogido un nada despreciable 35%. Según ella la verdadera Francia se encuentra representada por ella, en ella y con ella. Ella es Francia: la mayoría electoral que ha manifestado su rechazo...no se sabe.
Cuidado con la fácil y cómoda retórica a la que nos encontramos sometidos por parte de formaciones políticas de todo pelaje y condición. La condición de ciudadano ético y responsable es concedida en la medida en la que se comulga con sus postulados (y los sufridos votantes del Partido Popular saben a qué me refiero), por mucho que se escondan tras una almibarada argumentación. Se pretende separar a la gente, confundiendo controversia con sectarismo. Algunos dirigentes de un partido político habrán podido cometer corruptos desmanes, conductas que merecen el más absoluto desprecio y rechazo, pero igual de perverso me parece elaborar discurso excluyente y separador (dejémoslo de momento ahí) por parte de quienes, envueltos en la bandera de la regeneración, persiguen sacar del juego político a sus oponentes. No hay más que leer los periódicos para dar caras y contenidos a mis palabras.
Ojo, atención y cuidado con aquellos que confunden ‘the people’ (el pueblo) únicamente con ‘we’ (nosotros). La gente somos mucho más que partidarios de una u otra ideología; cada uno de nosotros somos personas, y sobre todo, ciudadanos.