Alejandro Moreno. Psicólogo. Educador. Cooperador Internacional.
Acaban de anunciar el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, indudablemente que es necesario actuar ya contra esa violencia que mata al año casi centenares de mujeres, niños y niñas con algunas muertes añadidas de los machos matones.
Lamentablemente lo único que oímos en las radio noticias y los tele diarios, es cómo aumenta el número de víctimas de esta violencia y como anuncian ‘la muerte’ (que no el asesinato) de una mujer a manos de su pareja, en la localidad de... (Alguna parte de España). Dan detalles de lo acontecido: mujer, edad, hijos a su cargo, forma de ‘la muerte’: acuchillada, a tiros, a martillazos, a hachazos, etc… y ya de paso nos muestran los testimonios de los vecinos, que en la mayoría de los casos no se lo esperaban porque eran unas personas ‘tan normales’, que uno no se iba a imaginar. Muy pocas veces dicen y dan detalles de que algo de violencia había porque de vez en cuando los oían discutir. ¡Discutir, quién en su relación de pareja no ha osado discutir!
El discutir no es sinónimo de machismo. Es discrepancia en algo que se debate de muchas maneras y la solución es acuerdo o no, dejar de hacerlo. Pero, ¿qué hay detrás de todo esto? Yo, muchas veces me lo he preguntado. Cuáles son las causas por las cuales un hombre asesina a su pareja. Cuales con los perfiles de esos asesinos, porque al fin y al cabo son asesinos. ¿Qué diferencia hay entre esos asesinos y los hombres que discuten sin ofender y sin maltratar, sin usar la violencia contra su pareja? Una violencia que hay que denunciar pero que no denunciamos. ¿Porque las mujeres se lo piensan una y otra vez para denunciar? ¿Hay miedo de que si abren la boca las cosas no se resuelvan a su favor? ¿Hay miedo en comprobar que los servicios públicos no son tan efectivos para resolver su situación de violencia doméstica? ¿Cuántos hogares tienen en su cuna esa relación de violencia que en cualquier momento pueda estallar en la cara y en el cuerpo de la más débil? ¿Cuáles son las causas de esta violencia? Es nuestra sociedad, ¿una facilitadora de un estado de felicidad doméstica o de tortura psicológica y angustia social?
Cuántas veces se levanta de la cama la gente en familia pensando en lo mal que pueda pasar el día porque no tiene trabajo, porque nadie le comprende, porque tiene que estar sometida a la voluntad del poder de quien manda en casa, porque, porque, porque. Muchos porque no puedo, que no somos capaces de resolver a diario, haciéndolos normales y aguantando la violencia en general, que nos bombardea de buena mañana hasta la noche entera en telediarios, en telebasura, en nuestros programas favoritos, en nuestra estación de radio preferida, en la última serie de moda en dónde la vida es una tontería y se resuelve a base de tonterías, desprecios, mentiras, odios, discriminaciones, intrigas, y en donde no existe el respeto de unos con otras o de otras con unos. En donde nos enseñan que el modelo es ser el poli bueno que actúa resolviendo crímenes sociales, de día y de noche. Que nos enseñan que al final existe ese remedio o consuelo del ingenuo televidente que piensa que la vida es así y nos vamos a dormir resignados a que este mundo no va a cambiar pero soñamos que mañana puede que sea mejor.
Imposible, sin cambiar nada, porque ignoramos las causas de esa violencia. Las intuimos pero las normalizamos, y si este pacto de estado es solo un paripé para quedar bien de cara a la galería, seguiremos mal, viendo polis y cacos a diario en la tele. Viendo las guerras históricas y las matanzas de película que nos confirman que esto es normal, que los humanos nos matamos unos a otros por el poder. Aprendiendo que los valores del poder son que unos dominan a otros para sacar beneficios propios, vamos como el capital a los trabajadores. Es justicia de este sistema, porque unos nacieron ricos y otros trabajadores y trabajadores nos quedamos. Así como este sistema, está el de los hogares en donde el poder, el dominio y la sumisión juegan su papel en la relaciones de pareja y más allá en lo familiar. En donde la apropiación de la otra persona y de sus voluntades está en juego por el valor de la propiedad privada.
Ya sé que me dirán que pretendo revolver el agua y el aceite pero concluyo diciendo que cuando la sociedad aprenda a discernir, de que hay bienes de todo para todas y todos, y no solo para los que ostentan el poder y la propiedad de los bienes, tanto como cuando el hombre y la mujer aprendan a vivir en pareja o en relaciones diversas, sin el valor de la propiedad de la voluntad y del cuerpo de la otra persona, quizás hayamos logrado cambiar. Para ello hace falta otra vida social y sobre todo valorar y respetar a la otra persona a la que sea, sea de dónde sea que venga y proceda, simplemente porque es otra persona más, como nosotras mismas, ah! y también y por qué no, hay que renunciar a la propiedad privada de los bienes comunes, y renunciar a la propiedad de las otras personas, la que sea, sea de dónde sea que venga y proceda, simplemente porque es otra persona más, como nosotras mismas.