Miguel Bataller. Ciudadano del Mundo y Jubilado.
El mundo occidental, en términos generales y durante muchos años, lleva a cabo una política específica y generalizada en su tolerancia respecto al Islam, que poco a poco le ha ido ganando terreno imperceptible pero innegablemente.
Y esa tolerancia, esa generosidad y ese ‘buenismo’ nos lo están haciendo pagar los islamistas radicales, que son minoría pero son quienes llevan la batuta asesina que está aterrorizando a los países europeos mas desarrollados, que les han dado cobijo.
No quiero de ninguna de las maneras estigmatizar a todos los musulmanes, por el simple hecho de serlo, pero si quisiera que entendieran que ellos deben de ser los primeros interesados en luchar contra el terrorismo integrista islámico, si quieren seguir disfrutando de su permanencia en Europa e integrarse en nuestra cultura y forma de entender la convivencia, aunque conserven su religión siempre que no sea para matar a los que ellos consideran ‘infieles’.
Hasta ahora aquí en España, nunca había visto ni oído ninguna manifestación musulmana ante los incidentes de Paris, Londres, Niza, Berlín ni los Países Escandinavos aunque tengo que reconocer que después de los acontecimientos de Las Ramblas en Barcelona, se han multiplicado y en muy diversos puntos de España, se han llevado a cabo manifestaciones públicas de entidades islámicas condenando al terrorismo yhadista.
Ellos mejor que nadie, conocen los entresijos de sus mezquitas o madrasas y las enseñanzas o instrucciones que en ellas se imparten, así como el efecto persuasivo que pueda tener sobre sus jóvenes o menos jóvenes.
Sin su colaboración y sin que los mismos musulmanes defensores del pacifismo y la convivencia dentro de Europa, se percaten de que tienen que ‘elegir’ entre denunciar a sus propios delincuentes o callar por miedo o por considerar que 'sacudiendo el árbol' ellos recogerán la fruta sin necesidad de ensuciarse las manos.
No todos los musulmanes son terroristas, pero en Europa actualmente casi todos los terroristas, sí que suelen ser musulmanes.
Las manifestaciones unitarias que se llevaron ayer a cabo en Barcelona, me trajeron a la memoria a Ermua al día siguiente del asesinato de Miguel Blanco, donde todo eran manos blancas y manifestaciones en contra de ETA y sus asesinos, sin embargo no quisiera que como ocurrió allí, a los pocos días todo cayera en el olvido y la estrategia política partidista acabará rompiendo lo que hoy parecía perfectamente unido.
A mi no me vale mirar hacia atrás buscando culpables y prefiero mirar hacia delante todos juntos, para acabar con este nuevo tipo de terrorismo.
El que dominan nuestros políticos y nuestros servicios de inteligencia, es un terrorismo basado en los nacionalismos independentistas y que pese a sus dificultades, en mi opinión es mucho más fácil de combatir que el terrorismo por motivos religiosos.
El mayor peligro es que se combinen ambos intereses, y acaben trabajando juntos unos y otros en España y en contra de la unidad de España.
En el resto de Europa, eso es inconcebible.
En España no y sería muy conveniente poder evitarlo.
No hay principio ético, moral o religioso, más nefasto que asesinar en nombre de Dios.
Nuestra religión (al menos desde hace varios siglos) se basa en el amor al prójimo, la solidaridad humana y la convivencia pacifica de las personas.
También nosotros tuvimos nuestra Inquisición de lamentable recuerdo, pero hoy ningún católico sensato podría apoyar sus teorías obsoletas.
El islamismo integrista demuestra que lleva cinco siglos de retraso y presenta ahora unos síntomas semejantes a aquellos, pero elevados a su máxima potencia, porque prometen el paraíso y cincuenta vírgenes en él a quien mate a un infiel.
Los ‘infieles’ somos los no musulmanes, y les puedo asegurar que he convivido mucho entre ellos y nunca me he sentido en peligro en sus propios países, ni en Argelia, ni en Marruecos, ni en ninguno de los Emiratos del Golfo Pérsico ni en Arabia Saudita, ni en Líbano ni siquiera en Irak donde apenas estuve unos días durante la época de Saddam Hussein, y curiosamente ahora resulta que me considero en mi casa mucho más inseguro de lo que estuve en la suya.
El musulmán que yo he conocido siempre ha sido un ejemplo de hospitalidad y amabilidad y les puedo asegurar que conocí a empresarios inteligentes y muy preparados, a ejecutivos expatriados también educados y muy buenos profesionales que vivían en los Emiratos y en Arabia y en bastantes casos sentían una aversión inexplicable hacia sus países de acogida, para mi entonces.
Hoy ya les comprendo mejor, viendo lo que ocurre en Europa.
Les resulta insultante e insoportable vivir en una sociedad de bienestar muy desarrollada y sin embargo no poder disponer ellos del mismo estatus.
Nunca piensan en como vivirían en sus países de origen, ni el nivel de libertades y asistencia social que tendrían en los mismos.
Los envidiosos se sienten 'desheredados' porque nunca se paran a pensar en como viven sus familiares en sus países de origen.
Y ese sentimiento tan humano como negativo que es la envidia, es la que lleva a los mas jóvenes que han nacido aquí, que se han educado aquí y en general desconocen el nivel de vida y de libertades que sufren sus familiares en los países de origen, son una tierra virgen y fértil que usan los imanes o mulas radicales, en sus mezquitas o madrasas, para llenar de odio y rencor sus jóvenes cerebros y corazones, por eso nos encontramos siempre que en todos estos atentados en Europa, hay una cabeza visible que suele ser un mentor religioso y el resto jóvenes aleccionados.
Hay que analizar detenidamente los miles de mezquitas en toda Europa (en España sólo hay 1.300) y todos los centros islamistas vinculados a ellas, porque en algunas de ellas es donde proliferan los terroristas (la de Ripoll es un ejemplo evidente).
Espero y deseo que controlando el origen del problema y con la imprescindible colaboración de los musulmanes no radicalizados (que hoy parecen ser una mayoría absoluta), se pueda llegar a una convivencia pacífica de todo tipo de creencias e incluso de los no creyentes, bien ateos o laicos y Europa pueda volver a ser ese paraíso de paz y prosperidad que lleva siendo en los últimos tres cuartos de siglo.
Si no somos capaces entre unos y otros de encontrar las soluciones al problema, estamos condenados a un proceso autodestructivo, de impredecibles consecuencias.