Jorge Fuentes. Embajador de España.
Hace pocos días leí la hermosa noticia de que el pequeño pueblo de la provincia de Castellón, Fanzara, con 320 habitantes, había conseguido corregir su destino de convertirse en vertedero de residuos peligrosos y pasar a ser capital de graffitis artísticos elaborados por una veintena de los mejores en esta especialidad que, de acuerdo con el municipio, cubrieron de obras de arte 40 muros de la localidad.
Estoy deseando volver a España para visitar Fanzara y felicitar a las personas que tuvieron el gran acierto de transformar el destino de una localidad modesta, prácticamente ignorada por el resto del mundo y que ahora se ha convertido en notable gracias a los graffitis.
Es curioso como una misma expresión gráfica puede ser a la vez sinónimo de arte y de cutrez. Me encuentro en estas fechas en Varsovia que, como todas las grandes ciudades del mundo se encuentra infectada por los graffitis.
Se trata de una actividad que data de muy antiguo -ya en el Imperio Romano abundaban escritos en las paredes- pero que en su ‘estética’ actual arranca de los Estados Unidos desde hace un siglo. Los vagones de trenes y del metro eran los principales objetivos de los graffiteros.
La epidemia llegó tan lejos que las autoridades tuvieron que tomar medidas y aplicar serias multas y penas de prisión contra los ‘artistas’.
Tales medidas y la concesión de especiales lugares para que pudiera practicarse esta actividad, consiguieron controlar la suciedad que plagaba muchos rincones de aquel gran país y también de otras naciones europeas que habían adoptado miméticamente la moda americana igual que lo habían hecho con la pintura, el cine, la música o la literatura.
Lo que ocurre con los países del antiguo bloque comunista resulta particularmente doloroso ya que muchas de sus ciudades solo a duras penas habían conseguido verse reconstruidas después de los desastres de la guerra y recuperar un nivel estético superior al implantado por el realismo socialista.
Resulta penoso ver importantes edificios públicos -bibliotecas, museos, etc.- remozados con enorme costo e inmediatamente cubiertos de textos sin sentido, pintarrajeados por auténticos vándalos a los que habría que aplicar duras sanciones.
Deseo larga y limpia vida a los murales artísticos de Fanzara y confío en que la providencia les preserve de graffiteros que vayan a colocar sobre el arte, la impronta de su estúpida actividad.