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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 11:26

El nuevo Diario de Ana Frank

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Rafa Cerdá. Abogado.

Permítame amable lector que dé comienzo a estas líneas con la transcripción de unas declaraciones realizadas por una destacada personalidad europea a raíz de la conmemoración el pasado 27 de enero del Día Internacional de las Víctimas del Holocausto: “Es inconcebible y constituye una vergüenza ver que ningún establecimiento judío pueda existir sin protección policial, sea una escuela, o preescolar, o una sinagoga”, y añadió algo más: “el antisemitismo, el racismo y el odio al otro en general son más relevantes en la actualidad de lo que fue en el pasado”.

La mismísima Canciller del Gobierno de Alemania, Ángela Merkel, dejó caer estas contundentes palabras en la jornada que conmemora la liberación por parte de las tropas soviéticas del campo de concentración de Auschwitz en 1945, símbolo por excelencia de la mayor atrocidad cometida en forma de genocidio contra el pueblo judío a lo largo de la Historia de la Humanidad.

El régimen nazi puso en marcha un engranaje de muerte y destrucción aplicando técnicas industriales, en torno a la llamada ‘Solución Final’, el proyecto de borrar de la faz de la tierra a todo un colectivo humano. Seis millones de personas perecieron en esa vorágine de locura y maldad. Seis millones de mujeres, niños y hombres fueron exterminados por el hecho de pertenecer a un pueblo.

Setenta y tres años han transcurrido desde el final de aquella abominación, muy pocos supervivientes quedan para dar testimonio de una Memoria que no debe ser olvidada, ni mucho menos relativizada que es otra forma de negar lo que pasó.

La voz de alarma en torno al crecimiento de las opciones extremistas en Europa, la ha dado la máxima dirigente del país donde se cultivó y expandió el ideario nacionalsocialista. Alemania nos advierte que el mismo odio e intolerancia que amparó al nazismo, puede volver.

Las agresiones llevadas a término por actitudes de discriminación y xenofobia aumentan de año en año, mientras que el peligro del terrorismo islámico aumenta de modo exponencial ante la debilidad de unas sociedades europeas que se debaten entre la defensa de sus libertades, el miedo a los atentados y un suicida sentimiento de ‘culpabilidad’.

En Francia existe un éxodo soterrado y apenas citado por la prensa, de familias judías que abandonan el país por miedo. Si esto ocurre en el Estado teórico baluarte de los valores de igualdad, fraternidad y libertad, algo está pasando; debiéndose atajar con todos los medios democráticos a nuestro disposición.

Una niña judía de trece años llamada Ana Frank plasmó en un diario la cárcel en la que se trastornó su vida; estudios, amigos y juegos se escondieron bajo la sombra del cautiverio, el miedo y la muerte como final. Rescatado por su padre, el Diario de Ana Frank recuerda a cada generación el riesgo que una vida normal quede truncada por la sinrazón política del odio.

Una simple mirada de una adolescente contiene mayor fuerza que el mejor de los tratados de Historia. Si no queremos que ninguna niña a lo largo de todo el planeta, vuelva a describir una realidad llena de miedo y carente de futuro como hizo Ana, habrá que afrontar el principal reto del siglo XXI: la existencia de fanatismos asesinos como el terrorismo yihadista y la sombra de los antiguos totalitarismos (enmascarados en mensajes muy nuevos pero ocultando peligros muy antiguos), con todas las armas de la democracia. Si fallece la libertad, morimos todos.