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Escala a Castelló: ¡Viento en popa a toda vela! de la ceguera a la revolución de las ciencias y la tecnología

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Las travesías transoceánicas transformaron la concepción del mundo, los mapas, la orientación e incluso, la imagen de Dios

Viento en popa a toda vela. El dicho lo decía claro, solo se podía navegar cuando el viento soplaba en la popa del barco. Las travesías transoceánicas, que van a transformar el frontal marítimo de la ciudad del 5 al 8 de abril mostrarán la gran revolución que se produjo durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Todo cambió, la concepción del mundo, la orientación, los mapas e incluso la imagen de Dios.

Esperanza Molina/ Castellón Información

Las travesías transoceánicas, que inició España a finales del siglo XV, supusieron una transformación total no solo en la sociedad de la época, sino también en su cultura, en la concepción del universo, y en una revolución profunda de las ciencias y la tecnología.

Lo primero que habría de aclarar, para poder tener un punto de referencia en esta historia, es que entre los siglos XV y XVIII: No había motores, ni GPS, ni teléfonos móviles, ni ordenadores ni tablets… ¿Lo más cercano a un motor?, el impulso de los remeros en los barcos de remos claro. Pero este no era el caso de estos barcos que surcaban los océanos.

Se impulsaban con la fuerza del viento en las velas.

Viento en popa a toda vela

naovictoria

La primera reflexión para aquellos barcos que surcaron por primera vez los océanos, es cómo eran y cómo se impulsaban. Si el lector puede observar las velas de aquellos barcos antiguos, lo primero que observará es que podían portar una o muchas velas… pero todas ellas eran de diseño cuadrado. Velas cuadras. ¿qué significa esto?

Que eran velas que no se podían orientar a la dirección en la que soplaba el viento. Estaban fijas, o dicho de otra manera, aquellos barcos solo podían navegar si soplaba el viento y si el viento los impulsaba por la popa. Después se introdujo una vela latina en la popa… y tuvieron que pasar muchos años hasta que se introdujeran velas triangulares, o ‘de cuchillo’ que se podían orientar para recoger la fuerza del viento también cuando soplaba sobre el costado de la nave.

Cabe pensar entonces, que los navegantes tenían que conocer muy bien los vientos de cada zona, cuando soplaban y cuando no, cuando aprovechar las mejores condiciones y como trazar rumbos para llegar al destino al que se quería arribar.

Ni que decir tiene, que los rumbos no eran siempre directos, y que además era complicado establecer la duración de cada viaje.

Si el lector repasa las crónicas de las navegaciones españolas de estos primeros siglos, observará también, que la flota podía salir de Andalucía, pero desde allí no cruzaban el Atlántico. Tenían que navegar hasta las Canarias para hacerlo, tenían que aprovechar la fuerza de los vientos Alisios.

¡Ahora bien! También la fuerza del viento y su intensidad tenían que ser los adecuadas. Los vientos flojos y rolones no movían barcos de tanto tonelaje y los vientos fuertes rompían las velas y tronchaban los mástiles.

Las cartas náuticas, los mapa en TO y los mapas de Mercator

Mapa beatino del s. XII.

Otro tema importante, que cabe tener en cuenta, es cómo se orientaban. Porque ni había mapas ni había tecnología suficiente para poder marcar un rumbo y llegar hasta un punto concreto.

En lo que se refiere a los mapas, hay datos que refieren que ya en la antigua Grecia se llegó a teorizar con que la tierra era redonda y se realizaron algunas grafías costeras. Pero durante la Edad Media la concepción del mundo era estancó en una sola idea: la tierra era el centro del universo y, como tal, el hombre lo era a semejanza de Dios que lo había creado. El universo entero no era sino una representación celestial de la realidad divina que se concebía en la tierra.

Mapamundi en La Fleur des Histoires. 1459-1463.

Esta era la teoría que defendía la iglesia y que respaldaba los principios fundamentales determinados por Aristóteles.

“Según los seguidores de Aristóteles, el universo estaba dividido en dos mundos compuestos de distintas clases de materia. Partían de la presunción de que la tierra se encontraba en el centro del universo y veían la órbita lunar como la frontera de este mundo terrestre. Todo lo que se encontraba por debajo de la luna formaba el mundo sublunar o terrestre, que consistía en los famosos cuatro elementos de la filosofía griega: tierra, agua, aire y fuego.

Más allá de la luna se encontraba el mundo supralunar, compuesto de una materia más perfecta, celestial. La naturaleza de esta materia era un tema candente de investigación y debate en 1600. La respuesta tradicional era que se trataba de un sólido transparente o cristalino, un quinto elemento o quinta esencia” (Pumpfrey. S, 2008; p.48)

En consecuencia, si en teoría el universo debía ser perfecto y girar en torno a la tierra, la trayectoria de los planetas y la posición de las estrellas deberían ajustarse a estas teorías. Según cita Pumfrey, el planeta Marte supuso toda una pesadilla para muchos científicos de la época, cuyas observaciones del cielo comprobaron que su trayectoria no seguía la lógica de la filosofía aristotélica (Molina 2015).

Los mapas aceptados en la Edad Media se calificaban como mapas en TO (Mapa Orbis Terrarum). “La O representa el mundo de forma circular, la forma geométrica perfecta, rodeado por el océano. La T hace referencia a la articulación del espacio interior a la vez que alude a la cruz. El eje vertical sería el mar Mediterráneo que separa Europa y África. El horizontal, perpendicular al anterior, se articula a partir del Nilo” (https://es.wikipedia.org/wiki/Mapa_de_T_en_O).

T-O diagramático de una copia del s. XII de las Etymologiae o Etimologías.

No representaban la realidad gráfica del mundo. La tierra se agrupaba en un solo continente rodeada por agua. Pese a su evolución,  el centro de esos mapas era por creencia religiosa Jerusalén, que incluso se representaban más grande de lo que era por su importancia religiosa en la cristiandad. Que los mapas no se correspondieran con la realidad, eso ya era otra historia.

Al margen de estas teorías oficiales había otras, es cierto. Los antiguos imperios de la península itálica del Mediterráneo (Génova, Venecia Milán o Florencia) valoraban la navegación hasta considerarla un secreto de estado para su defensa. Cabe recordar que, durante mucho tiempo, dominaron la navegación en el Mediterráneo y se enriquecieron con el comercio.

El mundo de MercatorY cabe tener también en cuenta, que no fue casualidad que España o Portugal se embarcaran en aquellas travesías transoceánicas en el siglo XV. Lo hicieron cuando el imperio turco se hizo con el dominio del Mediterráneo y cortó las rutas hasta las indias, de donde se traían las especias.

La sabiduría árabe y judaica, fruto de los cruces de culturas y conocimientos, no respaldaban las teorías oficiales de la iglesia.

Se cree que los primeros mapas que utilizó Colom para plantear su viaje a las Indias a los Reyes Católicos, procedía precisamente de las escuelas que guardaban este conocimiento. La escuela Italiana y la Escuela Cartográfica Mallorquina

Sea como fuere, lo cierto es que tuvieron que pasar muchos años hasta que los mapas comenzaran a ser representaciones reales del mundo conocido. El personaje que más influyó en la concepción global del mundo y el trazado de los mapas fue el cartógrafo Mercator (1512-1596).

Dicho esto, vuélvase a imaginar el lector: un barquito de madera, de 27 metros de eslora y 7 de manga, como era la Nao Victoriq, cruzando aquellos mares inacabables y sobreviviendo a aquellas travesías.

¡Era enormemente complicado!.

Con el descubrimiento de América cambió la concepción del mundo conocido, comenzaron a trazarse mapas fidedignos de costas y continentes. Las distancias comenzaron a cobrar sentido.

La orientación en medio de ninguna parte

Es necesario tener un mapa para orientarse en tierra, eso lo tiene claro cualquier excursionista…

¿Pero qué ocurre cuando tienes que ir de un punto a otro y estás completamente rodeado de agua?

Porque cuando los barcos hacían sus travesías costeras identificaban los puntos más representativos de las zonas que atravesaban para poder orientarse: Las montañas, la orografía, las construcciones de la costa, la altura del sol, la posición de las estrellas.

LatitudEn lo que concierne a las travesías transoceánicas, la cosa se complicaba porque no había referencias de ningún tipo. Agua por todas partes.

Se podía tener una cierta idea de la latitud en la que se encontraban, pero incluso con la referencia de las primitivas brújulas, incluso la referencia del sol resultaba incompleta. Para empezar, el magnetismo de la tierra y su influencia en la latitud para situarse en los mares no fue conocida hasta el siglo XVII. Y resultaba casi del todo imposible poder comprobar la referencia exacta sin conocer con exactitud la distancia recorrida, la velocidad alcanza y el tiempo que se había tardado en cubrir las distancias, es decir, la longitud.

Como sabrá todo aquel lector que haya leído la Vuelta al Mundo en 80 días de Julio Verne, el protagonista salva su fortuna, porque hizo su viaje en la dirección de las agujas del reloj: de izquierda a derecha… ¡ganó un día!.

Y es que el mar no es diferente a la tierra. El sol sale por el este y se esconde por el oeste… pero si los barcos navegan en dirección oeste, la referencia del sol se tornaba confusa y hasta el siglo XVIII no hubo relojes adecuados y precisos para poder medir el paso de las horas a bordo de un barco en navegación.

De hecho hay una curiosa historia que cuenta “cómo en 1714, el Gobierno Inglés ofreció, mediante un Decreto del Parlamento, 20.000 libras a quien pudiera determinar la longitud con un error de medio grado (que equivale a 2 minutos de tiempo). Hay que tener en cuenta que 4 segundos equivalen a 1 milla náutica: llegar a buen puerto o irse a las rocas. El método propuesto tenía que probarse en un barco en navegación.”

http://www.inforeloj.com/spa/item/longitud_harrison.html

La razón de tan generosa oferta venía de la secuencia de los innumerables desastres náuticos que habían originado miles de víctimas por errores mínimos sobre la cartografía marítima y el cálculo para realizar la navegación. 4 segundos son una milla náutica, o lo que es lo mismo, 1.852 metros. Una confusión de apenas unos segundo sobre el cálculo en la carta náutica podía desviar una flota entera hasta los acantilados más siniestros.

Los rumbos se calculaban por estima, pero con datos imprecisos, en función de lo que se conocía, con la brújula y con la referencia de aquellos antiguos instrumentos, del sol y las estrellas. Pero incluso esto no era suficiente.

Por otra parte, por la noche, el firmamento celeste, las estrellas también se mueven en el cielo… o dicho de otra manera, la rotación de la tierra nos hace ver un firmamento diferente según el punto en el que nos encontremos o el momento de la noche en que las miremos. Solo se podían guiar por dos estrellas ‘fijas’, la estrella polar, que siempre marcaba el norte, y la cruz del sur.

La concepción de Dios y su mirada sobre el mundo

Historia martima del mundo

Con los datas que se han facilitados anteriormente también las navegaciones transoceánicas marcaron una ruptura completa con las teorías de la iglesia y la imagen que se tenía de Dios, o de dios con respecto al hombre.

Según la teoría aristotélica que respaldaba la iglesia… la tierra era el centro del universo. Es decir, el firmamento entero giraba en torno a la tierra. Aparte de los errores de navegación a que podía dar lugar esta concepción errónea del universo, cuando los marinos se guiaban por las estrellas, la astronomía y la posición de los planetas, en relación con la tierra cobraba una importancia fundamental.

Por poner un ejemplo, como cuenta Stephen Pumfrey (2008) en las universidades del siglo XVII se valoraban más las letras o las humanidades de la época que las ciencias. La medicina, incluso, era una ciencia menor, y los médicos primero tenían que conocer otras ciencias e, incluso, como se relataba de Nostradamus, antes de diagnosticar una enfermedad, se realizaba una carta astral del enfermo.

Los famosos horóscopos que tantas críticas despiertan en la sociedad actual, eran el punto de mira de los científicos. Dios estaba en el cielo, se le rezaba para ascender a los cielos y bajar a los infiernos… y se rezaba el ‘padrenuestro’ para “así en la tierra como en el cielo”.

Después de tantos siglos de historia con una cultura tan aferrada a estas creencias, la cultura actual, la de ahora, con GPS y mapas estelares aún conserva las expresiones y las tradiciones de hace cinco siglos.

Con las navegaciones oceánicas, se revolucionaron las cartografías y los mapas. Con aquellas travesías, se transformaron las ciencias, la astronomía, la medicina, las matemáticas, la biología, la meteorología, la física, la ingeniería naval, y también la concepción humana del mundo.

Todo ello, sin hacer referencia a la defensa y a la teoría militar en tierra y en el mar.

Un poco de todo esto se podrá vivir en Castellón, entre el 5 y el 8 de abril. Quizá sea solo la parte más bonita, pero merecerá la pena conocerlo.

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