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lunes, 25 de noviembre de 2024 | Última actualización: 23:18

Mi abuelo, Platero y Blancanieves

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Pascual Montoliu. Ha sigut capellà, professor d'antropologia i teologia, i tècnic comercial.

No era mi abuelo Juan Ramón Jiménez, pero tenía también un borrico, en nada parecido a Platero. Era éste mullido y académico. El suyo, en cambio, plebeyo y asilvestrado, un animal de labranza, no dado a florecillas ni cursiladas. Era en los cuarenta, década de represión y hambruna. Una mañana de domingo araban ambos en un huerto, que mi abuelo cultivaba en arriendo, y sea por cansancio o por hambre, el borrico se puso burro y dijo que de aquel surco no pasaba. De nada sirvieron los tirones de rienda ni los varapalos hasta que, perdida la paciencia, mi abuelo empezó con improperios y blasfemias. Ni caso.

Acertó a pasar por allí un dominico, camino de Burriana, que increpó al labriego de mi abuelo y lo denunció ante la autoridad nacional-católica por el doble delito de blasfemia y de quebranto del precepto dominical, impuesto a toque de cruz y de corneta. Al fraile le salió su genotipo inquisitorial, tan ancestral de los dominicos desde el medieval Santo Oficio, que perseguía herejes, brujas y gentes de mal vivir.

Por aquellos días, andaban en todo su apogeo las féminas de Pilar Primo de Rivera, con sus faldas plisadas y con el yugo y las fechas bordadas en rojo sobre la pechera de sus camisas azules. Eran tiempos de cruzada y de redimir a las mujeres de España de todos los desmanes republicanos, en un intento de devolverlas al redil de las buenas costumbres. La dictadura se había propuesto imponer por decreto un estilo de vida basado en la tradición católica, y hasta se llenaban las iglesias como no ocurría desdela EdadMedia.El hecho de ir a misa era un salvoconducto -nunca mejor dicho- que liberaba de la terrible sospecha de ser un desafecto al régimen de Franco, lo que llevaba al sospechoso a ser investigado o, cuando menos, excluido de las escasas ayudas de aquella España de mendrugo y alpargata.

Han cambiado los tiempos. Nos hemos modernizado. De las alpargatas nos pasamos a las Adidas; en el campo ya no quedan burros, ni siquiera tractores. Somos una sociedad de servicios, y de parados. Pero estamos donde siempre, en el autoritarismo de  organizar la vida del ciudadano con los criterios de lo  “políticamente correcto, y por decreto. Igual pretende Wert españolizar con su reforma educativa como hace Mas de exorcista con la apisonadora de la inmersión lingüística. Y no hace tanto que la insólita ministra Aído,  intentó censurar a Blancanieves y a la Cenicienta por machistas y promotoras de la desigualdad de género. Por lo visto tan cándidas criaturas tienen más mala leche que los Simpson y contaminan el cerebro de nuestros párvulos. Qué quieren que les diga. A mi esto me recuerda a la Sección Femenina, auxiliada entonces por la CNS y ahora por UGT y que, en vez de incrustar el yugo y las flechas en la pechera, lleva ahora el puño y la rosa bordado en las bragas. Esto me recuerda aquello. O tal vez sea un cortocircuito de mi flaca memoria histórica. Perdonen ustedes.