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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Después de Rajoy

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Rajoy carecía de la chispa de Suárez, de la solidez cultural de Calvo Sotelo, de la fuerza agresiva de Aznar, pero ha sido un gran Presidente del Gobierno, uno de los mejores que ha dado nuestra democracia.

Aunque se le ha acusado de corrupto o de haber presidido un partido plagado de corruptos, Rajoy es un hombre honrado, un hombre de bien, un "clásico" navegando en unas aguas plagadas de "modernos", de tramposos y aprovechados.

Para muchos compatriotas la marcha de Rajoy ha supuesto una buena noticia, un alivio. Para otros ha sido un golpe bajo y traumático. Su nivel cuando debatía con otros miembros del Parlamento era tan superior que hacía pensar en lo agónico de la vida política en la que es necesario mezclarse y dialogar con gente de la peor calaña.

Rajoy ha dejado la política de forma penosa, acosado por la casi totalidad del hemiciclo, traicionado por unos y otros. Cuando era evidente que las cosas iban bien, que el paro iba decreciendo rápidamente, cuando el independentismo catalán había sido frenado, cuando ya contaba con el mecanismo presupuestario para seguir adelante al menos un año más.

No es de sorprender la forma en que ha dado portazo y marchado rumbo a un exilio interior: el de Santa Pola, 30.000 habitantes, el del Registro, 15.000€ mensuales llevando consigo el único equipaje de su anterior vida que es estrictamente irrenunciable: el coche oficial, el guardaespaldas, la secretaria, la oficina. Pero renunciando a su inmunidad, a cargos fáciles en el Consejo de Estado, a las puertas giratorias y a otros privilegios.

Algunos le critican que no dimitiera antes y permitiera al PP seguir en el Gobierno. Otros dicen que debería haber aguantado hasta el Congreso de Julio para ordenar en lo posible el desarrollo de las primarias.

Observo ahí una gran contradicción de juicio: después de haber criticado el dedazo y de haber considerado que la dimisión del Presidente hubiera sido considerada como un gesto de debilidad que le hubiera afectado no solo a él sino a todo su partido, tales criticas carecen de sentido.

Rajoy hizo lo que creía debía hacer. Se retiró cuando lo derrotaron, cuando lo expulsaron y lo hizo a un rincón remoto donde no tuviera la tentación de mangonear  en su sucesión permitiendo que, por primera vez, el PP eligiera a su líder democráticamente.

Ya han surgido siete precandidatos que serán refrendados el  5 de Julio por los votantes del partido y el 21 por los compromisarios. De los siete (Santamaría, Cospedal, Casado, Margallo, Garcia, Bayo y Cabanes), los dos últimos -valencianos por cierto- están ahí por aquello de los minutos de gloria.

Conozco bien a Margallo -que fue mi último Ministro de Exteriores- y a Josera García -que fue mi último Secretario de Embajada en Sofia- . Con todo el afecto y admiración que siento por ambos, creo que la lucha se va a centrar en los otros tres y si lo que se pretende es proceder a una auténtica renovación del partido, quien mejor puede hacerla, por edad, talante, preparación y experiencia, es Pablo Casado. Eso si no le hacen un "Cifuentes" antes del 21 de Julio.