Juan Giner. Militar en la Reserva e Investigador Histórico.
Cuando ustedes lean este artículo opinable habrá pasado ya la Fiesta Nacional de todos los españoles de a pie, los Santos Inocentes, unos por serlo hasta la extenuación y sufrir sus consecuencias, otros por obra y gracia de ser declarados hasta el hastío siempre presuntos de su dudosa inocencia.
Desgraciadamente el Vaticano echó el cierre a aquel limbo que servía igual para un roto que para un descosido al declararse un ‘overbooking’ de solicitudes dudosamente candorosas de algún político patrio y algún que otro caradura de alcurnia.
A los primeros les recordaría lo que afirmaba Samuel Johnson: “El patriotismo suele ser el refugio de los bribones” envueltos estos en sinfín de argumentos tratando de ocultar su lado más oscuro. En cuanto a los segundos, amparados en el beneficio de la duda, reclaman bien servidos permanentemente un lugar de privilegio en el ‘limbo nacional’.
Al resto de la población sólo nos queda asistir a este teatro trágico-cómico recordando las palabras de Fontenelle en el siglo XIX: “El testimonio de los que creen una cosa establecida no tienen fuerza para apoyarla; pero el testimonio de los que no la creen tiene fuerza para destruirlo…”.
Debería acuñarse como ‘revolución social’ el engaño y el latrocinio hasta quedar aceptado como ‘status social’ en base a la pertinaz inocentada de la que somos espectadores diarios la gran mayoría de ciudadanos de esta (de momento) gran Nación.
En fin, carbón e impuestos en 2013 a los inocentes que ya ocupamos un lugar en el limbo.