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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 12:42

Efecto llamada

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Las guerras de Libia y Siria, la catastrófica situación de otros muchos países de África, Oriente Medio y Asia, crearon una tal avalancha de refugiados hacia Europa que la Unión Europea tuvo que tomar dos decisiones importantes: acordar con Turquía  el asentamiento de millones de migrantes previo pago de 3.000 millones de € a Ankara y articular un reparto de otros cientos de miles de asilados entre los 27 países miembros de la Unión, acuerdo que, por cierto, nunca funcionó.

Los emigrantes siguieron saliendo de los inestables países de origen y negociaron con mafias la ruta precaria hacia Europa. Gracias a la colaboración seguramente bienintencionada de buques de ONGs, en una cooperación mas que discutible, muchos de ellos lograron arribar principalmente a Italia y Grecia.

La inacción del resto de la UE, trajo como consecuencia la victoria en Italia de La Liga y el Movimiento 5 Estrellas y el cierre absoluto de sus puertos a eventuales nuevas llegadas de emigrantes. El resultado inmediato es bien conocido. El recién estrenado gobierno de Sánchez acogió al Aquarius y otros barcos-taxi, anunció que la Sanidad estaría abierta en España para todos los sinpapeles y, por añadidura, se suavizarían las vallas de Ceuta y Melilla suprimiendo las disuasivas concertinas.

Eso se llama, en roman paladino, "efecto llamada", de forma que desde la llegada del Aquarius a mediados de junio, miles de otros inmigrantes se han colado en España. El reciente asalto de los 650 subsaharianos, armados con cal viva, paquetes de excrementos y armas blancas, fue el capitulo mas dramático.

El muy hospitalario y generoso gobierno socialista tuvo que caer en la cuenta de forma instantánea de que, en el mundo que se avecina, ser buenista no funciona. La población de África es de 1200 millones de habitantes y aunque por supuesto no todos ellos desearían abandonar su tierra, solo con que intentaran hacerlo un 10%, un 5% o incluso un 1% pondrían a Europa, y por supuesto a España en un serio brete. No olvidemos que en Libia hay un millón de personas deseando cruzar el Mediterráneo. Y en Marruecos, 50.000.

España ya comprendió hace años que la solución estaba en corregir las deficiencias en origen, lograr el desarrollo de aquellos países, transferir ingentes fondos a Africa que permitieran crear puestos de trabajo. Difícil tarea que ya durante el gobierno de Zapatero intentó acometerla abriendo embajadas en los países originarios de emigrantes. Aquello tampoco funcionó y ahí estamos.

Una segunda reflexión: la natalidad en Europa es tan baja que, de no ponerle remedio, en escaso medio siglo quebrará el sistema de pensiones, el aparato productivo y languidecerá nuestra propia civilización. El remedio parece cantado: permitir la entrada masiva de subsaharianos y musulmanes que produzcan muchos hijos  y mantengan los índices de natalidad muy por encima del actual 1.5 hijos por matrimonio.

¿Es esto lo que queremos, una Europa multicultural, multirracial, multirreligiosa con una mano de obra ínfimamente cualificada?

La solución está en actuar en origen y aunque la tarea será difícil, no es imposible. Pablo Casado ha propuesto un Plan Marshall para África, igual que tras las dos Guerras del siglo XX lo hubo para parte de Europa. No hay que ignorar la acción de China en el continente africano en que se ha situado de forma dominante, aunque por el momento no haya servido para evitar la estampida.