Casimiro López Llorente.Obispo de Segorbe-Castellón
Queridos diocesanos:
Con el inicio del nuevo curso escolar, miles alumnos de colegios e institutos están recibiendo la enseñanza de la Religión y Moral católica. También muchos de los alumnos de 2º de Bachillerato han podido optar por la clase religión a última hora, haciendo uso del derecho que les asiste y que les había sido hurtado por la administración. Felicito a los padres que han elegido un año más está asignatura para sus hijos haciendo uso de su derecho fundamental a educar a sus hijos conforme a sus convicciones religiosas y morales. Es un derecho fundamental reconocido por nuestra Constitución (art. 27, 3) y anterior a la misma.
Además de ejercitar este derecho, los padres, cumplen con su responsabilidad de ser los primeros educadores de sus hijos y del compromiso de educarles en la fe, que libremente asumieron ante la Iglesia y ante sus hijos el día de su bautismo. Al presentarles para ser bautizados, los padres se comprometen a educarles en la fe cristiana, por sí mismos o por medio de otros. Esta tarea se realiza por diversos cauces, entre los que destacan la familia, la parroquia y la escuela; todos ellos tienen objetivos y medios diferentes. Y todos son necesarios. También felicito a los alumnos que han optado por la clase de religión. Estáis, queridos alumnos, en vuestro derecho de hacerlo. No os arrepentiréis de haber elegido la clase de religión.
Porque la formación religiosa escolar no es un añadido artificial a la formación humana, cultural y técnica. El estudio de la religión en la escuela es un instrumento precioso para que niños, adolescentes y jóvenes crezcan en el conocimiento de todo lo que significa su fe cristiana en diálogo con los saberes en otros campos y asignaturas. Comprenderán que la fe en Dios ilumina las preguntas más profundas que ellos mismos llevan en el corazón y cuál es el sentido último de la existencia humana. Asimismo comprenderán que Jesucristo es la revelación plena del misterio de Dios y del ser humano, por lo cual les es propuesto como el modelo para su existencia. En la clase de religión, conocerán y podrán adquirir una serie de principios y criterios, de virtudes y de valores, sin los cuales el ser humano queda expuesto en su vida al albur de la moda y las manipulaciones. Con la clase de religión podrán entender nuestra cultura, cuyos valores y expresiones artísticas hunden sus raíces en el cristianismo, sin el cual es imposible conocer nuestra propia historia y cultura. Aprenderán además a valorar lo bueno que hay en otras religiones y a respetar la dignidad sagrada de todos los hombres, creyentes o no, afines o diferentes. Y, finalmente, adquirirán una visión del mundo y de la vida humana que les capacitará para ser personas más felices y ciudadanos más libres y responsables, constructores de verdadera convivencia y de una sociedad solidaria y en paz. Al proyectar su luz sobre todas las áreas del pensamiento, esta asignatura da unidad a todo el desarrollo y maduración de la persona en libertad y responsabilidad.
En unas semanas celebraremos la missio o envío de los profesores de religión, porque ellos ejercen su tarea en nombre de la Iglesia. Si bien son contratados por la administración educativa, son presentados y enviados por la Iglesia. Es necesario que la enseñanza religiosa no sólo se reclame, sino también que se dignifique y que se acredite cada día más ante los alumnos, padres, profesores y sociedad. Así se está intentando gracias a la gran labor de los profesores de Religión. En nuestra Diócesis se está llevando a cabo un gran esfuerzo por ofrecer una enseñanza religiosa de calidad, rigurosa y confesional. Porque los padres, al escoger la formación religiosa y moral católica para sus hijos, depositan en la Iglesia católica su confianza para que sus hijos reciban la formación adecuada tal y como ella la entiende. Depende, pues, de la Iglesia determinar los contenidos y la pedagogía de la enseñanza religiosa católica así como garantizar que los profesores de religión sean idóneos, lo que pide que han de transmitir fiel y plenamente la doctrina de la Iglesia, dar testimonio de vida cristiana y tener aptitud pedagógica; tres condiciones que vienen exigidas por la confianza que deposita la Iglesia en ellos y porque sólo así se garantiza y respeta el derecho de los padres a que sus hijos sean educados conforme a sus convicciones religiosas y morales católicas.
Con mi afecto y bendición,