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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 15:37

Escuchar y responder al grito de los pobres

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Casimiro López Llorente. Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón.

Este domingo, 18 de noviembre, celebramos la II Jornada Mundial de los pobres, que fue instituida por el papa Francisco al finalizar el Jubileo de la Misericordia, como un fruto granado del mismo. En palabras del mismo Papa, “esta Jornada tiene como objetivo, en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro”.

La Jornada de este año lleva por título “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”; son palabras del Salmo 34, 7. “Las palabras del salmista –nos dice el Papa- se vuelven también las nuestras a partir del momento en que somos llamados a encontrar las diversas situaciones de sufrimiento y marginación en las que viven tantos hermanos y hermanas, que habitualmente designamos con el término general de pobres”. El salmista transforma su experiencia directa de pobreza en un canto de súplica, de alabanza y de acción de gracias al Señor. La clave está en dirigir nuestra mirada a Él en cada realidad, situación o circunstancia de la vida, incluso en aquellos momentos más obscuros y vacíos de la propia existencia; puesto que la verdadera pobreza humana no reside en la falta de bienes materiales, sino en la falta de Dios. Este salmo nos permite también comprender quiénes son los verdaderos pobres a los que estamos llamados a volver nuestra mirada para escuchar su grito y reconocer sus necesidades.

En su mensaje para la Jornada de este año, el Papa destaca tres verbos fundamentales contenidos en este salmo, que ayudan a comprender la actitud del pobre y su relación con Dios: gritar, responder y liberar.

En primer lugar, gritar. La condición de pobreza se transforma en un grito que atraviesa los cielos y llega hasta Dios. Es un grito que expresa sufrimiento, soledad y desilusión, pero al mismo tiempo “esperanza”, ya que pide ser escuchado. Ante este grito, que sube hasta la presencia de Dios, todos, pero sobre todo los creyentes, no podemos hacer oídos sordos ni ser indiferentes o quedarnos impasibles. Esta Jornada nos llama a hacer un serio examen de conciencia y preguntarnos si realmente somos capaces de escuchar a los pobres.

El segundo verbo es responder.Tras escuchar el grito del pobre que sufre, es necesario dar una respuesta concreta. El Señor -dice el salmista- no sólo escucha el grito del pobre, sino que responde. “Su respuesta, como se testimonia en toda la historia de la salvación, -dice el Papa- es una participación llena de amor en la condición del pobre”. La Jornada quiere ser una pequeña respuesta que la Iglesia entera dirige a los pobres de todo tipo para que no piensen que su grito se ha perdido en el vacío. Quizá pueda parecer como una gota de agua en el desierto de la pobreza; sin embargo es un signo de cercanía a cuantos pasan necesidad, para que sientan la presencia activa de un hermano o una hermana. Esta respuesta no debe limitarse a la mera asistencia material del necesitado, sino que ha de llevar a un auténtico encuentro personal con él, ya que los pobres necesitan el compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor, para que así sientan la cercanía de Jesús.

El último verbo es liberar.“El pobre de la Biblia vive con la certeza de que Dios interviene en su favor para restituirle dignidad”, escribe el Santo Padre. Porque la pobreza no es buscada por el que la sufre, sino que la crea el egoísmo, el orgullo, la avaricia y la injusticia; por tanto, “cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles; atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo” (Evangelii gaudium, 187). Con frecuencia se crea una distancia social en torno a los pobres, que sufren el rechazo, la marginación y la indiferencia de quienes pasan a su lado ignorando su presencia. Actuando así, sin darnos cuenta nos alejamos también del Señor Jesús, quien jamás los rechaza sino que los llama, los consuela y los atiende. Es más: El Señor, como Él mismo nos dijo, se identifica y sale a nuestro encuentro en los pobres y en los necesitados, en el que pasa hambre y sed, en que sufre injusticia y exclusión.

El Papa nos invita a todos a hacer tangible la respuesta nuestra Iglesia al grito de los pobres, a vivir esta Jornada Mundial como un momento privilegiado de nueva evangelización. Los pobres nos evangelizan, ayudándonos a descubrir cada día la belleza del Evangelio. No echemos en saco roto esta oportunidad de gracia. Sintámonos todos, en este día y siempre, deudores con los pobres, para que tendiendo recíprocamente las manos se realice el encuentro salvífico que sostiene la fe, activa la caridad y fortalece la esperanza hacia el Señor que viene.