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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 10:44

¿Y a mí qué?: Alimentos funcionales

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Guillermo Miró. Ingeniero Industrial.

Últimamente cada vez que voy al supermercado salgo convencido de que voy a transformarme en invencible, ya que algunos productos de los que veo parece que tengan propiedades sobrenaturales, a saber: disminución del colesterol, activación del sistema inmunitario, mejoras en el sistema digestivo… No recuerdo desde cuando existe la tendencia publicitaria de anunciar a bombo y platillo en los productos alimentarios las propiedades nutricionales de los ingredientes que contienen, y utilizarlo como una ventaja competitiva frente a la competencia, pero posiblemente empezara con el anuncio de José Coronado de ciertos yogures, hasta el día de hoy. Este tipo de publicidad aparece en todos los medios de comunicación, y es necesario que le prestemos la atención que merece.

En España la publicidad alimentaria está legislada por el Real Decreto 1334/1999, modificado posteriormente, por el que se prohíbe atribuir a un producto alimenticio propiedades preventivas, terapéuticas o curativas de una enfermedad. Así, aunque los reclamos de salud que establecen una relación entre nutriente y enfermedad están prohibidos en España, en ocasiones se emplean de forma directa o de manera más o menos velada y encubierta. Así, por ejemplo, en la etiqueta de una bolsa de judías verdes se lee que uno de sus componentes protege contra enfermedades cardiovasculares, y otro que protege contra el cáncer. Más recientemente, han aparecido una variedad de ensaladas con la capacidad de evitar la oxidación celular, ayudar a mantener la tensión arterial normal y ayudar al funcionamiento normal del sistema inmunitario, casi nada.

Sin embargo, otros mensajes publicitarios utilizan recursos más sutiles. En primer lugar, se lanzan mensajes en que los que se usa la palabra salud, que, si bien no vulneran por ello la ley, sí que transmiten la idea de prevención de la enfermedad, aunque esta sea tomada en sentido genérico. En otros casos, se emplean términos que en el lenguaje llano designan una enfermedad de hecho, aunque científicamente posean otro sentido, como es el caso de la palabra colesterol. La presencia anormal de colesterol en la sangre se llama colesterolemia, sin embargo los productos señalan que ‘controlan o reducen la cantidad de colesterol en sangre’. Otro ejemplo es el empleo de términos cargados con connotaciones negativas, como calorías, que popularmente se conciben como las causantes de la obesidad y de enfermedades asociadas a la misma, pero al mismo tiempo son la energía que necesitamos cada día para funcionar.

El nuevo Reglamento de la Unión Europea sobre publicidad alimentaria, el Reglamento UE 432/2012 intenta poner freno a este tipo de publicidad con eslóganes de escaso rigor científico, pero necesita que la población esté alerta y compruebe las propiedades que se atribuyen los productos y solicite demostraciones científicas de los supuestos beneficios del uso de éstos. Como dice el refrán, ‘de lo que se come se cría’, así que a ti sí que debería importarte los alimentos que tomas y sus beneficios para la salud. Como siempre, comentarios abiertos para críticas, sugerencias, opiniones… Hasta la semana que viene.