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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

El obispo invita a los sacerdotes a configurarse “existencialemente con Cristo por la renovación”

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Casimiro López, obispo de la diócesis Segorbe-Castellón, ha presidió la Misa Crismal durante el transcurso de la cual cientos de sacerdotes, diáconos y seminaristas de la diócesis han renovado sus promesas sacerdotales. La Misa Crismal, que el obispo celebra con su presbiterio en la Iglesia Madre de la diócesis, y dentro de la cual consagra el santo crisma, es manifestación visible de la plenitud sacerdotal del obispo y de la unión de todos sus sacerdotes con él.

Durante su homilía, el obispo ha invitado a todos los sacerdotes a sentir “la llamada que Cristo hace a todos los sacerdotes a la configuración existencial con Cristo mediante la renovación”. Dicha configuración con Cristo exige de los sacerdotes dos presupuestos: "En primer lugar, un vínculo interior con Cristo: es el vínculo de la unión vital de la gracia con Dios en Cristo, para que la savia de la Vid, el Buen Pastor y Cabeza invisible de su Iglesia, corra ininterrumpidamente por nosotros, los sarmientos". En segundo lugar, al sacerdote se le exige "una configuración con él, con los pensamientos, sentimientos y comportamientos del Buen Pastor". Para ello, ha continuado afirmando Casimiro López, “el sacerdote está llamado a superarse a sí mismo, a renunciar a la autorrealización personal para poner toda su vida a disposición de Cristo, y en él y desde él a todos los hombres”.

Esta configuración personal de cada sacerdote con Cristo, ha explicado el obispo, es el presupuesto fundamental para la renovación constante que la nueva evangelización urge en estos momentos a todos los bautizados, a nuestras comunidades, a la Iglesia entera. "No se trata, pues, de una renovación según nuestros deseos y nuestras ideas; ni sólo ni en primer lugar de las estructuras. Se trata de nuestra renovación personal y eclesial siguiendo las huellas de Cristo Jesús. Miremos a Cristo. Escuchemos su palabra tal como nos llega en la tradición viva de la Iglesia. Cristo ha estado siempre atento a la voluntad de su Padre. A él le preocupaba precisamente la verdadera obediencia, frente al arbitrio y a la arbitrariedad del hombre".