Guillermo Miró. Ingeniero Industrial.
La semana pasada hablamos del descubrimiento de uno de los elementos más necesarios para el desarrollo de la humanidad, el fuego. Como decíamos, el hombre aprende a utilizarlo para disfrutar de la luz y el calor, para ahuyentar a las fieras y, más adelante, para cocer los alimentos y procurarse vasijas. Aquel descubrimiento se erigió luego como una divinidad y mantuvo su jerarquía, aún cuando fue utilizado ya en diversos menesteres, y se extendió por el mundo y allí donde hubo un hombre hubo también el fuego, por lo que aparecieron múltiples usos de esta potentísima herramienta.
La cocina es consecuencia directa del descubrimiento del fuego. De la cocción primitiva de la carne, producto de la caza, se fue pasando lentamente a la utilización de una gran variedad de ingredientes que supusieron una gran cantidad de viandas, de formas, de costumbres y hasta de una suerte de ceremonias en algunos casos que no habrían sido posibles sin el desarrollo de un arte que alcanzó, en más de un país, un grado alto de perfección, hasta el punto de que el refinamiento de su cocina fue la expresión del refinamiento de su cultura.
Por otro lado, los minerales a flor del suelo o en las entrañas de la Tierra permanecían intocados hasta ese momento, ya que el hombre primitivo tenía bastante tarea con proveerse de alimentos, protegerse de la intemperie y defenderse de las fieras. Sin embargo, alguien descubrió una veta o encontró un trozo brillante que recogió con sorpresa, y guardó como una reliquia. Es probable que, por una de esas coincidencias a la que debe tanto el avance de la cultura (conocidas técnicamente como ‘serendipia’), un trozo de mineral cayera junto al fuego y una parte de ese trozo duro se convirtiera en un líquido ardiente que hubo de solidificarse y mostrarse puro. Al igual que con el fuego, fue necesaria la repetición de ese contacto con el mismo resultado. En ese momento nacía un nuevo poder para el hombre. Al principio se trabajó con metales de manipulación relativamente fácil, como el cobre, el plomo, la plata y el oro. Sin embargo, otra gran casualidad fue la creación del bronce, mezcla de cobre y estaño. La aleación es ya un arte que revela el ingenio de sus autores. La utilización de los metales marcó un paso gigantesco que fue la iniciación de una nueva era, en la que el fuego es el actor principal en todos los casos.
Otro de los grandes descubrimientos (que tenemos que agradecer aquí) ocurrió cuando se acercó el barro al fuego, y éste se tornó duro e impermeable. Nace entonces la cerámica. Las vasijas irrumpen en el mundo de los utensilios, las formas varían en cada caso y el afán de perfeccionamiento culmina en el ánfora griega, en los jarrones chinos, en los ceramios nazcas, con formas impensables hasta el momento.
Como decíamos la semana pasada, durante la historia de la humanidad han existido avances que, aunque ahora parezcan nimios, posiblemente salvaron a la especie y sin duda la propulsaron hacia donde estamos hoy. Es por ello que a veces es interesante y muy constructivo echar una mirada atrás para poder elegir más acertadamente cómo ir hacia adelante. Comentarios abiertos. Saludos a todos.