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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Cambio de paradigma

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Pascual Montoliu. Ha sigut capellà, professor d'antropologia i teologia, i tècnic comercial.

Decía Einstein respecto a la crisis del 29 que una de las causas que le incitaban a opinar sobre la misma, aun a sabiendas de ser un lego, era constatar cada día cómo los expertos se perdían en un cúmulo caótico de contradicciones. Como ahora. Yerran pronósticos y previsiones y ni siquiera saben cuáles son las recetas de salida del laberinto. Existe en la mayoría más ideología que pragmatismo, y no digamos cuando a ello se une el salario de escándalo que les paga el amo para el cual trabajan y se prostituyen. Puede que los profanos digamos barbaridades, pero los expertos –que también las dicen- las llevan a la práctica y son los factores del desastre. La observación de la realidad, además del instrumental científico para medirla, requiere antes que nada la perspicacia del observante. Sin ésta, los números pueden ser letales.

También, como el físico alemán en su época, podemos decir ahora que “esta crisis no se parece a las demás; surge de hechos totalmente nuevos, que a su vez emanan del progreso alcanzado por los medios de producción. En una economía de libre mercado, ello conduce obligadamente a un incremento del paro obrero”. Hablaba Einstein de la nueva revolución industrial del XX que había desembocado en la superproducción, en la caída del consumo y la quiebra de empresas de baja productividad. De nada sirvió la I Guerra Mundial, que desmintió la teoría de que en las postguerras se recupera la economía al movilizar los mecanismos de reconstrucción. Después de la guerra europea, en vez de la recuperación llegó mayor hundimiento y más miseria. No se estaba en la labor de levantar la economía, sino en la lucha política entre la Revolución de Octubre y el mundo capitalista atrincherado contra aquélla.

Hoy ya no sirven las recetas clásicas. Este es otro mundo. La globalización. La deuda como motor económico. La ingeniería financiera como base de la especulación, en detrimento de la economía productiva, que es la real. Todo hoy se confía a las expectativas de futuro y hasta los gobiernos emprenden la huida hacia delante. Hemos inventado el mercado de futuros, que es una manera de enviar a los ladrones como avanzadilla para asaltar a los productores cuando éstos lleguen con el esfuerzo de su trabajo a la fecha de la apuesta. Todo este escenario es el que se ha venido abajo. Ya no sirven las recetas socialdemócratas ni las neoliberales. No se trata ya de saber si son galgos o podencos, pues todo indica que no son perros sino otra especie. Estamos ya en otro paradigma y ya nada volverá a ser como era. Está todo por hacer. Y son pocos, casi nadie, los expertos que tienen la honestidad clarividente de llamar nuestra atención al respecto. Cuanto más tardemos en percatarnos de este hecho más tarde saldremos de ésta.

Estos son tiempos de creatividad y de pactos. ¿Qué hacen mientras nuestros líderes? Los líderes políticos, en estado lamentable. La banda está borracha de poder y de intrigas palaciegas. Incapaces de pactar nada, como el Rey Sol ellos son el Estado, la Nación y el Partido. Los líderes económicos ni saben ni contestan, pero ayudan a su señor a salvar la cuenta de resultados y los muebles, aunque sea a costa de arruinar a las familias, a las empresas y llevarse por delante los escasos ahorros de los pensionistas y de las viudas. Esto huele a zafarrancho. Hace falta dar con una nueva sinfonía para después de la tormenta. La que ahora suena no vale y desafina. De nada sirve cambiar de orquesta si seguimos con la misma partitura. A la vista está. Lean, si no, el comunicado del último Consejo de ministros. Es como si lo hubiera redactado Pepiño Blanco.