Miguel Bataller. Ciudadano del Mundo y Jubilado.
Rozando los setenta años y en pleno otoño vital, uno en vista de la situación actual de España, no puede menos que preguntarse qué es lo que los hombres de mi generación e incluso la anterior a nosotros hemos hecho mal.
Y suelo repasar mentalmente la película de mi vida, en el seno de que familia nací, como fue mi infancia, la educación que recibí, en que entorno socio-político viví, que principios me inculcaron y consiguieron que fueran normas irrenunciables de conducta en mi vida.
Honestamente no encuentro nada que reprochar ni a mis padres, ni a mis abuelos ni siquiera a mis tíos, ya que en mi infancia todos solíamos reunirnos al cobijo de la casa de mi abuela (era viuda) y ese era el punto de encuentro de todos nosotros todas las tardes al salir del colegio, y allí solíamos cenar en torno una chimenea acogedora en la que no pocas veces asábamos a la brasa las verduras o la poca carne que teníamos que compartir.
Podían faltar manjares que hoy suenan ordinarios, pero nos sobraba cariño, ternura, amor y alegría para dar y vender, y no llego a recordar ninguna discusión tensa entre mis mayores.
Hasta cuarto de bachiller y desde la educación primaria, tuve como educadores a un matrimonio sin hijos, que además de excelentes profesores, eran educadores inigualables, en continuo contacto con nuestros padres (no se si espontáneamente o por convicción) Doña Emilia Medina era la cara amable, tierna, amorosa, que nos enseñaba lo que hoy se considerarían asignaturas de humanidades(a leer, a escribir, gramática, redacción, geografia e historia, religión e incluso urbanidad).
Para su esposo D. José Chillida Chozas, quedaban las ciencias naturales, física y química y matemáticas, y la cara menos agradable de la educación y la formación, que era la disciplina férrea, y el sentido del compañerismo, ya que todos éramos coparticipes de los resultados escolares de todos.
Mis recuerdos mas tristes de aquella época, vienen dados por mi incomprensión ante esos castigos comunitarios, por errores individuales míos o de algunos compañeros, pero con el tiempo aprendí, que de ese modo todos nos responsabilizamos de la conducta y espíritu de superación de todos, y tengo que reconocer que de los cinco compañeros de mi propio curso, pese a no tener unos niveles de coeficientes intelectuales similares, todos solíamos aprobar todos los cursos con buenas notas, cuando al final íbamos a examinarnos al Instituto José Ribera(El Españoleto) de Xátiva y no pocas veces presencié una felicitación personal de los catedráticos a D. José Y Doña Emilia, después de pasar los exámenes orales o escritos, uno tras otro.
Esto es, en cierto modo, un homenaje tanto a mi familia como a mis educadores.
Pero mi pregunta es:
¿En que hemos fallado nosotros, educados en la austeridad y la humildad, para tener ahora al frente de los destinos de España a una generación tan distinta a los principios en los que crecimos, y con tan poca ética y moral como tienen?
Nosotros nos situamos en la vida trabajando a destajo, mucho mas conscientes de nuestros deberes que de nuestros derechos, progresamos no desde la reivindicación, sino desde el esfuerzo y el espíritu de superación, y así poco a poco, sin prisas pero sin pausas, levantamos un país herido de muerte por una Guerra Civil y supimos situarlo entre las diez primeras potencias industriales y económicas del mundo en el tercer cuarto del siglo XX, apenas 40 años después de la terrible guerra fratricida.
No quiero hablar de política hoy.
Ese progreso lo conseguimos todos los españoles, de derechas de centro y de izquierdas, trabajando codo con codo.
¿Qué hemos hecho mal, como padres o como educadores de las generaciones que nos han sucedido, para que se perdieran todos aquellos valores que nos inculcaron?
¿Cómo hemos podido catalizar una sociedad como la actual, en la que el egoísmo, la corrupción, la pereza, la mentira y la negligencia son valores que cotizan en alza?
¿Quién y cómo ha logrado sustituir la solidaridad, la honradez, el esfuerzo, la sinceridad y la responsabilidad, por todas esas lacras que acabo de enumerar?
Seguramente, cada uno de nosotros, mirará hacia fuera tratando de evitar sus responsabilidades, pero yo me atrevo a decir que “Entre todos la matamos…….y ella sola, se murió”.
Ese será el epitafio que tendremos que ponerle en la tumba a ESPAÑA, el día que acabemos con ella, que al ritmo que vamos, no parece muy lejano.
Les invito a reflexionar, antes de que sea demasiado tarde.