Jorge Fuentes
Pasaron las elecciones sin sorpresas ya que todas las encuestas -excepto las del CIS- nos prepararon para los resultados: el PSOE y UP bajan, C,s se desploma, el PP remonta y Vox vuela.
Rivera ya ha dimitido en un gesto que le honra. Si en política hubiera dignidad, Sánchez, su gobierno y sus colaboradores incluidos Redondo y Tezanos, se hubieran retirado también como responsables que son de habernos llevado a estas elecciones estériles, que han complicado más aun el escenario político y la gobernabilidad de España.
Si el Parlamento se había convertido ya en un teatro de barrio, ahora va a pasar a ser un circo con 16 partidos, la mayor parte de ellos minúsculos, venidos de todos los rincones de España, desde Teruel a Galicia, desde Valencia a Cantabria.. Una pléyade más propia del Senado que del Congreso de los Diputados.
La noche electoral fue de vergüenza. Cuando solo Vox tenía algo que celebrar, ahí vimos a un Rufián (que había perdido dos escaños) enfervorecido y a Sanchez presumiendo de haber ganado las elecciones por tercera vez cuando acababa de perder 750.000 votos. El propio Casado no las tenía todas consigo pues pese a haber ganado 22 escaños, la remontada fue gallinacea y preveía el difícil escenario que se le presenta por delante.
Porque una de las salidas que se contemplaban -la repetición de elecciones por tercera o quinta vez, según se mire- es ya imposible so pena de que el personal se lance a la calle y exija la retirada de todos estos gobernantes incapaces de gobernar.
De forma que vamos a tener que arreglarnos con lo que hay. Algunos insisten en que la única salida posible es la Gran coalición entre el PSOE y el PP fórmula que, por mucho que nos muestren el ejemplo de Alemania, Italia o Suecia, es improbable logre arraigar en España. Si Casado aceptara ir de Vice con Sánchez, podía considerar su carrera acabada en beneficio de Abascal que pasaría a dominar la derecha convirtiéndose en líder de la oposición.
Se ha propuesto también, como variante de aquella coalición, la aparición de una figura independiente dominando sobre un popurrí de ministros de las dos formaciones ganadoras. Tal fórmula tiene todos los inconvenientes de la anterior con el añadido de su inviabilidad pues presupone el gesto generoso de Sanchez de renunciar al poder y todo lo que conlleva (La Moncloa, el Falcon, helicópteros, guardaespaldas, reverencias etc).
De forma que vamos a enfrentar como mayor probabilidad, un gobierno Frankenstein, que ahora pasará a llamarse Sanchenstein, que tendrá que aceptar a tantos partidos y grupúsculos como necesario sea para alcanzar los 176 escaños. Ahí veremos a UP, a Mas Pais, a PNV, a Bildu, a Cantabria, a algún Catalan, acaso a lo que queda de C,s (no se lo recomiendo). Y, por supuesto, a Iglesias en el Gobierno.
¡Agárrense que viene curva! Es un Frente Popular repetido y mejorado. Supondrá la subida del gasto público y de los impuestos, la desincentivacion del empresariado, el aumento del paro, el descenso de las inversiones extranjeras. En suma, el empobrecimiento de España.
La única ventaja de tal escenario es que sea breve, aunque no hay que fiarse porque el comunismo sabe como aferrarse al poder. Seria bueno que solo durara lo justo para que la derecha sociológica española, esos 11 millones de votantes, fueran capaces de comprender que o compiten juntos en las próximas intentonas electorales o jamás conseguirán una mayoría absoluta que logre esquivar la tormenta que se avecina.