Santiago Beltrán. Abogado.
Aznar no está solo. El lunes pasado, en la polémica entrevista con Gloria Lomana en Antena 3, opinaba el ex presidente del Gobierno, sobre la economía española y las medidas que según él debían adoptarse para recuperar la senda del crecimiento. Afirmaba, con la seguridad y superioridad que le caracteriza, que era el momento de bajar impuestos, dejar de castigar a las clases medias y por ende, a las verdaderamente productivas, únicas capaces de crear la riqueza que se necesita para salir de este círculo vicioso y decadente.
Era evidente que nadie le iba a tomar en serio, como por desgracia se ha demostrado. Los adversarios políticos por el temor que les provoca la simple evocación de su bestia negra, y los correligionarios de su partido (ahora más partido que nunca) por lo que sus palabras suponen de ataque a la línea de flotación de la política gubernamental, empeñada en aplicar políticas socialdemócratas, de escasa reducción del gasto público y elevación inmisericorde de la presión fiscal (hasta treinta y siete tributos han aumentado en apenas año y medio de gobierno rajoniano).
Menos mal que ha reaparecido Arthur Lafter, inventor de la curva de igual nombre, con la que demostró que el incremento de la carga fiscal acaba frenando el crecimiento económico, para refrendar las palabras de Aznar y solicitar al ejecutivo popular que baje los impuestos y acometa un gran recorte del gasto en los próximos años. Lafter afirma, que lo que crea riqueza es tener a todo el mundo trabajando, y no exprimir a los trabajadores con impuestos que sirven para mantener a los que no trabajan, pero no para generar nuevos puestos de trabajo.
Si alguien duda de la verdad que encierran dichas afirmaciones, debería darse cuenta que las previsiones de este año sobre la deuda pública española, apuntan en dirección muy equivocada, porque, aunque no lo creamos, alcanzaremos el 100% del PIB. En este momento hemos superado ya el 87,8% y el incremento de 2012 fue de 14 puntos. España, históricamente, ha sido incapaz de crecer y crear empleo, por debajo de crecimientos inferiores al 2% anual y con niveles de deuda significativamente más bajo al presente. Investigaciones económicas, como las formuladas por los famosos economistas de Harvard, Rogoff y Reinhart, demuestran que, si alcanzas un determinado nivel de deuda pública, aumentar el déficit y la deuda no generan crecimiento, sino que lo dañan y que cuando la deuda pública cruza el umbral del 90% del PIB, el resultado es un crecimiento notablemente más bajo.
Es lógico que cualquier previsión de creación de empleo en este país, la traslade el Gobierno a principios de 2015, porque antes será imposible hacerlo, salvo que se produzca un brusco cambio de estrategia económica y se comience a cumplir con lo prometido en el programa electoral popular, que no es más que crecer desde la bajada de impuestos, como pilar indiscutible de toda política liberal que se precie. A ello, hay que añadir que procede desde hace muchos años, acometer una verdadera revolución, que no reforma, en la Administración pública española, ya que la actual, además de obsoleta e ineficiente, está sobredimensionada hasta el abuso. No hay país que soporte la cantidad ingente de organismos, entes, corporaciones, administraciones, de todo signo y procedencia, que no sirven absolutamente para nada, y que son refugio de colocaciones digitales, de amigos, familiares y conocidos. Por ello, mientras haya un solo euro que ahorrar de gasto público, resulta inmoral subir los impuestos.
Y si alguien dice que no es posible reducir el gasto público, aparte de mentir, estará ignorando el esfuerzo realizado por el sector privado, donde empresas y familias, han purgado su endeudamiento de forma drástica desde el 2008, forzados lógicamente por la crisis económica, pero sobre todo por la subida de impuestos. Si unos pueden, porque está en juego su dinero, también el sector público debe ser capaz de alcanzar idénticas metas. Aunque tal vez el problema real es que ningún Gobierno considera como suyo el dinero público, percepción errónea que facilita malgastarlo. Y así nos va.