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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Responsabilidad

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Explicar lo que está ocurriendo en España en estos meses no es particularmente difícil y para hacerlo no es necesarion insultar ni siquiera mentar a Pedro, Pablo, el otro Pablo, Santiago o Inés. Basta con mencionar las instituciones ignorando a las personas, como se nos pide ahora.

Las cosas en España no van bien. Después de haber batido casi todos los récords de mal hacer entre marzo y junio, nos acercábamos al verano con la esperanza vana  de que el virus amainaria con el calor.

Se levantó así el estado de alarma en un intento desesperado por salvar la temporada turística, pero la entrada de los temporeros de forma incontrolada, los eventos sociales, el ocio nocturno, los botellones y la alegría de vivir, trajeron una segunda ola que contagió a cientos de miles, esta vez de personas mucho más jóvenes, y España se erigió una vez más en campeona de todo lo malo: número de contagios, de fallecimientos, de desempleo, de caida del PIB, con la consecuencia inmediata de que no solo se hundió la campaña turística en favor de otros paises más cuidadosos, como Grecia, Croacia, Portugal y Turquía, sino que la economia en su conjunto va a sufrir una caida histórica (13 puntos) arrastrando al precario sector laboral que alcanzará un paro superior al 20% y agravando la vida social con el crecimiento de las colas del hambre, los sin techo, los okupas etc.

¿Quién es responsable de todos estos desaguisados? Desde luego ni usted, ni yo ni el vecino de enfrente. Tampoco lo es la oposición, ni los empresarios, ni los bancos. Ni mucho menos lo es el Ejército, las fuerzas del orden o la Iglesia, quienes muy al contrario se esfuerzan por ayudar cuanto pueden.

El responsable es, por definición, el Gobierno que para eso ostenta el poder y concentra el mando sobre todas las restantes instituciones, incluido el parlamento donde tiene una mayoría casi automática aunque sea monstruosa. Y manda incluso sobre el poder judicial a través de la Fiscal General ya no del Estado sino del Gobierno, así como de un buen sector de la abogacía también del Gobierno.

Con semejante escenario el gabinete está eludiendo en primer lugar toda responsabilidad judicial, gracias a la acción de la fiscalia y en segundo lugar, en vez de imitar los sistemas sanitarios y económicos que estan dando mejores resultados en los países de nuestro entorno, el Gobierno se dedica a descargar responsabilidades en las autonomías, convirtiendo la batalla de Madrid en un sustitutivo tan prioritario como la de Cataluña.

Esta vez el Gobierno tuvo que recurrir sin ambages al rescate por la Unión Europea y logró la nada desdeñable suma de 140.000 millones de euros, la mitad de ellos a fondo perdido. Pese a ser una suma muy elevada, apenas va a poder salvar al sector turístico que ha acumulado una pérdida de 90.000 millones.

En un intento adicional por eludir responsabilidades y desviar la atención de la opinión pública, el Gobierno aprovecha la desmoralización existente en el país, para llevar a cabo el traslado del cadaver de Franco insistiendo en que el Valle de los Caídos debe perder todo carácter religioso retirando la orden benedictina como guardianes del lugar y quitando la grandiosa cruz de la cúspide del valle.

La transición post franquista, una de las obras políticas de mayor éxito de nuestra reciente historia está siendo revisada con una ley de memoria democrática que en el fondo lo que pretende es revalorizar nuestra penosa república que en el futuro deberá ser vencedora y no vencida en la Guerra Civil.

Todo ese ambiente se ha visto acrecentado por el escándalo debidamente aireado por la prensa gubernamental, que ha llevado a Juan Carlos I, quizá el mejor monarca de nuestra historia, a abandonar España. Una lamentable operación que puede tener como consecuencia final la debilitación de nuestra monarquía.

 Y por si el desorden no fuera suficiente, las cloacas del Ministerio del Interior, no se movieron contra quien debieran tras el caso Dina, sino que es el propio ex ministro y quizá también el ex presidente del PP quienes pueden sentarse en el banquillo con numerosos cargos.

La situación de España es muy difícil. El otoño e invierno se presentan duros y el Gobierno se encuentra desorientado en su intento por salvar la situación. La prensa mundial lo señala como el peor gestor de la crisis sanitaria y económica del mundo civilizado.

 No cabe dudar que la izquierda española es infinitamente más astuta que la derecha a la que sabe denostar y desacreditar tildándola de ser la más corrupta, la menos eficaz y la menos concernida con las carencias sociales. He ahí, una vez más, la pretendida superioridad moral de la izquierda.

¿Qué solución tiene este puzzle? Una derecha desunida no podrá derrotar al Gobierno que sabe que en la unión está su fuerza aunque tal nexo se forme entre partidos radicalmente diferentes y muchos de ellos anti constitucionales. No será, por tanto, el PP el que vencerá al PSOE sino que, como ha venido ocurriendo en nuestra reciente historia será el partido gobernante el que se hunda cuando su programa esté agotado, en este caso, cuando la catástrofe a que España está abocada en todos los sentidos, llegue hasta sus más fatales consecuencias.