Miguel Bataller. Ciudadano del Mundo y Jubilado.
Y lamentablemente llego a considerarme en cierto modo “más raro que un perro verde”, ya que no he podido encontrar a uno sólo de los amigos, conocidos o convecinos de Burriana de mi edad, que coincidan conmigo.
Yo encuentro en este evento musical juvenil, una ocasión única de promocionar la marca Burriana, a lo largo y a lo ancho de toda España, y cuando he visto que en todos los telediarios de todas las cadenas de televisión públicas y privadas, durante una semana han salido reportajes sobre nuestra playa y su Festival, reconociéndolo como el mejor y mas concurrido de su tipo, he tenido la sensación de que realmente merecían la pena todas las molestias que tenemos que soportar los vecinos.
Lograr atraer la presencia de mas de 50.000 visitantes durante todos los días llegando a puntas de más de 200.000 en una sola velada, entre los acampados aquí, los burrianeros y los visitantes del entorno regional, me parece un fenómeno social de masas tan interesante como sufrido.
Cuando pienso en la cantidad de salarios y movimiento económico que se desarrolla a la sombra de este evento, siempre llego a la conclusión de que es un torrente de dinero que de otro modo no discurriría en los cauces de la economía local, ni beneficiaría a nadie.
Puedo asegurarles que a mi directamente, ni a través de ningún familiar o allegado próximo nos llega ni un solo euro, pero siempre he dicho que lo que es bueno para mis conciudadanos, en cierto modo es bueno para mi también, y me alegro del dinero que se haya quedado en forma de salarios o beneficios industriales de todos aquellos que ya sea trabajando ellos mismos, o creando las estructuras necesarias para proporcionar trabajo y jornales a otros, haya quedado en Burriana.
En lo único que debemos de ser muy meticulosos todos, es en el control de los gastos ocasionados por el Festival, a fin de que sean cubiertos también por sus promotores, ya que en ese aspecto, si que sería difícil de entender que tuviéramos que pagar una parte de esos gastos, con los impuestos de unos ciudadanos, que encima sufrimos todos los inconvenientes que el Arenal Sound acarrea.
La proyección del evento en los cuatro años que lleva funcionando creo que ha sido muy positiva, gracias a la aportación de todos, promotores, ayuntamiento, clientes e incluso ciudadanos, que aún quejándonos constantemente de las horas de descanso que nos roban, acabamos aceptándolo resignadamente, porque entendemos que cada año se planifica un poco mejor, y la prueba evidente es que hemos pasado de 15.000 asistentes el primer año, a más de 50.000 en la actual edición, con menos problemas para todos.
Lo lamentable, es que en la misma medida que los jóvenes asistentes muestran su satisfacción con el Festival e insisten en decir que volverán sin la menor duda en el futuro, siendo los primeros propagandistas del evento, nos encontramos que la mayoría de los ciudadanos que se manifiestan y exponen sus opiniones, suelen ser contrarios al mismo, y sus argumentos son siempre los mismos:
“Me causan muchas incomodidades, y no me siento beneficiado en ningún aspecto”.
Sus razones las entiendo perfectamente, porque son evidentes, pero no puedo compartirlas, desde el momento que Burriana nunca ha sido industrial, ha dejado de ser agrícola por la baja rentabilidad de sus productos, y si lo único que tenemos para vender es sol y playa, y tampoco queremos sufrir las incomodidades que eso acarrea, me pregunto:
¿Qué tipo de trabajos podremos ofrecerles a nuestros jóvenes, en nuestro entorno, y que atractivos podemos ofrecerles a quienes nos visiten?
Por supuesto que todas esas opiniones, son de gente adulta y normalmente por encima de los cincuenta años, pero lo lamentable es que la opinión juvenil de quienes se divierten o trabajan durante el evento, es silenciosa, o al menos no se manifiesta con la firmeza con la que a mi me gustaría.
Yo sufro las incomodidades, no me beneficio de nada y me manifiesto por la pervivencia del Arenal Sound.
Ellos se lo pasan bien disfrutando o trabajando durante el Festival, y son incapaces de hacerse oír.
Esos son los contrasentidos que vivimos en España cada día.