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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 21:28

Cuando un amigo se va

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Fue gracias a mi mujer, que tuve la fortuna de conocer a algunos de quienes pasarían a ser nuestros mejores amigos en Benicàssim.

En aquel día de agosto de hace una decena de años, me encontraba yo haciendo algunas gestiones en la localidad y al regresar a la cafetería en que había quedado citado con Cristina, la encontré en animada charla con cuatro caballeros que ocupaban la mesa contigua. Creo recordar que charlaban sobre la mascota que acompañaba al grupo, una formidable Golden Retriver, compañera de paseos, luego supe, de Jaime Sales.

Al saludar yo a mi mujer y a sus interlocutores, Jaime dijo conocerme y también a mi madre y a mis hermanos ya que teníamos un amigo común que era el jesuita Juan Bautista Bertrán, profesor de literatura que fue de aquel grupo en los Jesuitas de Valencia y afamado poeta místico .

Pues bien, los otros señores eran Antonio Peris, próspero exportador de cítricos, Alberto Orduna, empresario pamplonés medio refugiado en Benicasim huyendo del impuesto revolucionario de ETA y Enrique Tichell que acaba de dejarnos el pasado día 9 y de quién quiero hablarles.

Hacer una semblanza de Enrique requeriría todo un libro además, de muchas páginas. Hombre culto, educado y cosmopolita, hablaba con facilidad varios idiomas, particularmente el alemán gracias a los estudios que cursó en Frankfurt en los años cincuenta.

A partir de aquel primer encuentro que se produjo poco después de nuestro asentamiento en Benicasim al jubilarme de mi profesión diplomática, mantuvimos un sinfín de reuniones, organizadas casi siempre por Enrique, en muy distintos rincones de la provincia desde Vinaròs y Benicarló hasta Castellón y Borriana, sin olvidar lugares muy recónditos del interior de la provincia.

A lo largo de su vida, Tichell había conocido a muchos de los grandes de este mundo. Particularmente singular fue su amistad con el famosísimo astro del rock Elvis Presley a quien trató cuando éste se encontraba haciendo el servicio militar en una base norteamericana en Alemania lo que le forzó a hacer un paréntesis en su ya brillante carrera.

Sus contactos eran siempre de gran envergadura. En nuestros encuentros, casi siempre pantagruélicos desayunos -que aquí se llaman, con razón, almuerzos- se sumaron la tercera mayor fortuna de España y constructor de media Comunidad Valenciana, los magnates de sector hotelero de la provincia, exportadores  de cerámica, arquitectos, sacerdotes, mandos de la policía, banqueros etc.

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En boca de Enrique todo era superlativo, cuando hablaba de las profesiones o los estudios de sus hijos y nietos; cuando describía los manjares que preparaban en una modesta tasca que había descubierto en una ruta perdida; cuando describía las habilidades de un amigo para cocinar una paella (¡la mejor del mundo!).

Siempre le agradeceré su generosidad, su bonhomia, su amistad, su disponibilidad ya fuera para tomar unas porras con chocolate en Mogano o para reunir al grupo y sufrir con paciencia alguna de mis charlas en algún lugar de Castellón.

Enrique se ha ido pero nos ha dejado su gran familia, su mujer Alicia, sus cinco hijos, sus muchos nietos, su consuegro Pepe Pellicer, su yerno Javier Brenes queridos amigos ya. Y además nos quedan Luis, Jaime, Ricardo, Vicente  y muchos más con quienes evocaremos las gestas de esa gran persona que fue Don Enrique Tichell Mon.

Descanse en paz.