Luis Andrés Cisneros.
En el año 2012, las autoridades de la isla griega de Zàkynthos, situada en el mar Jónico, descubrieron que había 700 personas, sobre un total de 38.000 habitantes, que percibían una pensión para ciegos. Entre ellos había un taxista y un cazador de pájaros. A la vista del elevado número de invidentes se abrió una investigación y descubriéndose que sólo 50 del total de 700 eran invidentes. Algunos médicos aceptaron dinero por hacer falsos diagnósticos, así como el oftalmólogo del Hospital de la isla. Parece ser que los susodichos estafadores sólo veían el color del dinero. Aunque no se ha podido demostrar, hay malas lenguas que insinúan que detrás de esta estafa podría estar Rasputín Redondo.
Ahora podemos entender aquella famosa frase pronunciada el 29 de mayo de 2004, por la entonces ministra de Cultura, la socialista Carmen Calva (lenguaje inclusivo): “Estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie”. Parodiando su forma de expresarse, podríamos decirle “No, bonita, no”. A ti se te ha colocado en un puesto de responsabilidad para administrarlo, no para robarlo.
Estamos asistiendo a un saqueo inmisericorde de las arcas públicas que está dejando a España al borde de la bancarrota. Además, son tan miserables que lo están haciendo en, sin ninguna duda, la época más difícil que atraviesa nuestro país con los trabajadores y sus familias en una situación de precariedad absoluta.
No les importa a ninguno de nuestros gobernantes que autónomos, hosteleros, feriantes y familias enteras vean su futuro con desesperanza y sin visos de arreglo. Siguen acogotando a los españoles con el miedo a una pandemia que les ha venido de perlas para tener a la población asustada, encerrada, amedrentada y privada de su libertad. Pero, mientras tanto, siguen metiendo sus sucias y mafiosas manos en el dinero que expolian del bolsillo de los españoles.
Como tampoco le importan los fallecidos a la negligencia de unos dirigentes cuya única preocupación es dilapidar el dinero público, comprando voluntades, distribuyéndolo entre los suyos y engordando sus ya suculentas cuentas corrientes. No hemos visto a ningún político que se haya bajado el sueldo o haya renunciado a alguno de sus privilegios.
Sólo hemos tenido noticias de que VOX haya hecho propuestas para reconducir el tema de las percepciones de sus señorías, pero se ha visto enfrentado al resto de los celosos guardianes de sus cuentas corrientes, que no están dispuestos a que sus ingresos se vean mermados lo más mínimo. Pero no sólo luchan por sus propios privilegios. Saben que, para mantenerse en lo más alto de la mamandurria más cómoda, deben crear una red clientelar que espera, cual maná caído del cielo, la llegada de la ‘pasta’ de rigor.
Empecemos a delatar esa red de agradecidos bien pagados, entre los que se encuentran, en posición de privilegio los sindicatos. Por ejemplo, en este 2021 de crisis económica salvaje, el Gobierno social-comunista ha incrementado la partida de subvenciones sindicales en un 56%, lo que se traduce en una cantidad total de casi 14 millones de Euros. Según dicen los prebostes sindicales esas cantidades se destinan a “actividades de carácter sindical”.
Se calcula que, en España, el número de liberados sindicales está en torno a los 57.000, la gran mayoría pertenecientes a la UGT y a CCOO que son dos de los mayores apoyos para los chanchullos de lo socialistas españoles. Se ha estimado que el coste de estos sindicalistas asciende a unos 1.664 millones de euros al año, dinero pagado por las empresas.
Pero claro, a todos estos datos hay que añadir los que trabajan para esos sindicatos, sus líderes y sus enchufados por distintos chiringuitos dominados por ellos. Y todo eso sale de los impuestos que usted y yo, querido lector, regalamos a esta banda de vividores. Lo más sangrante es que, a raíz de la pandemia y tomando como ejemplo la comunidad de Madrid, ni uno solo de los 455 liberados del sector sanitario solicitó incorporarse para ayudar en la vacunación o control de la pandemia. Imaginamos que todos han pensado en que hacen más papel sin trabajar. Como diría Raphael en su canción “Escándalo, es un escándalo”.
A todas estas cifras hay que añadir el pastón que los sindicatos perciben de los entes regionales y algunas instituciones más. Lo dicho, por todo el pastizal que chupan vampíricamente, hacen cualquier cosa, desde declararse feministas, antifascistas, no binarios, sostenibles y lo que los que les regalan el dinero quieran.
No olvidemos a las organizaciones feministas, a aquellas LGTBI y, no podían faltar las ONG, que son un agujero de profundidad abisal y de dimensiones bíblicas. Por ejemplo, vemos que, en este 2021, Cruz Roja, CEAR (Comisión Española de ayuda al refugiado) Accem, que gestionan las ayudas a los inmigrantes ilegales, recibirán este año más de 165 millones de Euros. Una extraña casualidad; el diputado comunista Enrique Santiago, ha sido secretario general de CEAR. Algo huele mal. Ahora se entiende el ‘efecto llamada’. Es una forma más de seguir chupando de las ubres.
Quedan muchas más ONG’s, muchos más agujeros negros por donde se pierde el dinero de nuestros impuestos y que aterriza en los miles y miles de vampiros que acoge nuestro Estado. Viendo esto se entiende que, entre otras cosas, nadie salvo VOX, quiera acabar con este orden de cosas, incluidas las autonomías.
Hay que acabar, como en la isla de Zàkynthos, con tanto falso ciego.