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miércoles, 4 de diciembre de 2024 | Última actualización: 20:09

Las fiestas del pueblo

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Juan Teodoro Vidal. Químico. 

Me gusta mucho un pasaje del capítulo 20 del Tao Te King:

Todo el mundo está alegre y sonriente, como si festejaran el sacrificio de un buey, como si subieran al Pabellón de Primavera; tan sólo yo permanezco tranquilo e impasible, como un recién nacido que todavía no ha sonreído.

(Traducción de Alfonso Colodrón)

Seguro que me gusta este pasaje porque siempre he huido de las aglomeraciones. No me gustan los partidos de fútbol ni los macro-conciertos. No podían ser menos las fiestas del pueblo. Eso de estar contento todo el mundo en fechas fijas o celebrar cualquier cosa por tradición. Prefiero emplear las fiestas para descansar, que creo que debió ser la idea básica.

¿Qué es la tradición? Un día alguien tuvo la idea de celebrar algo de una forma determinada, bien sea por iniciativa propia o para copiar lo que hacen en otras partes, y desde entonces todos los años se celebra lo mismo “por tradición”. Incluso se esgrime el argumento de que muchos actos “se hacen para recuperar las tradiciones del pasado”. Y se emplean trajes de época que cuestan una pasta y que solo valen para la ocasión. Pero el pasado tenía otros condicionantes, la gente tenía otras necesidades. Quizá no sea buena idea continuar actuando como si el pasado siguiera aún aquí y la sociedad no hubiera cambiado. Puede que fuera buena idea probar y hacer otras cosas que respondan más a las expectativas de hoy.

Encima, hay dos cosas que me ponen más en guardia contra las fiestas, tal como se conciben normalmente. La primera es que parece que volvemos a la barbarie, con los toros en la calle. La segunda es la cantidad  de dinero que se gasta en excesos, dada la delicada situación de nuestra economía.

¿Alguien puede imaginar que se decretara como consecuencia de ser fiesta, que los motoristas podrían ir sin casco en determinados tramos de la carretera? Los toros en la calle consisten básicamente en soltar un animal salvaje y peligroso en las calles del centro del pueblo, al que los mozos pueden maltratar haciéndose los valientes y a veces haciendo más bien el ridículo. Porque un valiente no huye ni necesita demostrar lo valiente que es, poniéndose en peligro. No parece que importe que todos los años haya algún muerto, y no siempre se trata de alguien que se haya arriesgado voluntariamente, sino a veces se trata de accidentes fortuitos. Y ¿Es ético maltratar al animal? Ni éticamente ni estéticamente tiene explicación. Yo creo que la gente va porque siempre se ha ido, por el morbo de ver qué pasa, siendo un aburrimiento total si no fuera porque se encuentra uno con gente, a la que igual podría ver en otras circunstancias. Cuando yo era un chaval, íbamos a las “exhibiciones de ganado vacuno”, o sea a las vaquillas, en la plaza de toros desmontable que ponían en Burriana, porque habíamos quedado con la pandilla de las chicas que salía con nuestra pandilla de chicos. Más bonito hubiera sido directamente quedar en un baile o en una merienda. Pero no había muchas otras opciones.

Todo esto cuesta dinero. Nos lo gastamos en las fiestas y hacemos un exceso como si no pasara nada. Toros y castillos de fuegos artificiales que pagamos todos, aunque estemos endeudados hasta las cejas. Y luego, para disfrutar de verdad de las fiestas, tal como se montan, parece que hay que pertenecer a una peña y pagar los gastos. Es un buen pico. No habría nada que objetar, porque al fin y al cabo se trata de decisiones voluntarias de particulares, si el dinero fuera para la economía productiva. Pero me temo que muchas veces es simple despilfarro. A veces uno se echa para adelante, porque “no va a  ser menos” que el vecino. Y el que no puede, se queda un poco marginado.

Yo no entiendo esta manera de divertirse. Respeto lo que piensan otros, pero por los motivos expuestos preferiría tener otro tipo de fiestas, con menos gasto, que fueran “más ciudadanas”, menos primitivas y más agradables. Puede que no sea el único, pero ¿dónde están los otros que piensan como yo?