Rafa Cerdá Torres. Abogado.
Se acabó para un gran número de personas el período de vacaciones. La rutina se impone de nuevo, con la dictadura del calendario post-veraniego: comienzo de las clases, las administraciones retoman de nuevo la actividad, las empresas recuperan a sus plantillas dispersas durante los meses de julio y agosto, la media jornada de verano (para aquellos centros de trabajo que la apliquen) se acaba,... toda una ‘Vuelta al cole’ pero sin la despreocupación propia de los estudiantes. Por desgracia, la realidad que nos aguarda comporta una realidad mucho más difícil que un mero calendario de exámenes.
El ‘nuevo curso’ supondrá que el ciclo económico de recesión por fin deja de sentirse, o el tejido empresarial pequeño y mediano sufrirá un golpe definitivo. Los indicadores macro económicos arrojan indicadores de carácter positivo, que hace apenas un año y medio sencillamente ni se podían esperar, pero ello no se traduce en un acceso al crédito y a fuentes de financiación imprescindibles para la mera supervivencia de autónomos y Pymes. Las entidades bancarias siguen sin apoyar de manera plausible la actividad empresarial, mediante la aportación del crédito necesario para seguir sacando adelante los miles de negocios que sufren una parálisis de la capacidad de consumo de empobrecidos ciudadanos, pero que sin embargo son aquellos que soportan una carga tributaria insoportable. Muchos colectivos sociales protestan por la pérdida de su poder adquisitivo, enarbolando derechos a todas horas, que nunca me cansaré de repetir, únicamente pueden ser esgrimidos por el cumplimiento de todas las obligaciones que afrontan los pequeños empresarios y autónomos. Ellos son los que han aguantado el tipo durante todo el tiempo que dura la crisis, sacando adelante sus negocios sin ayudas públicas de ningún tipo, viendo cómo la Tesorería de la Seguridad Social y la Agencia Tributaria recuerda la obligación puntual de abonar los pagos relativos a cotizaciones sociales y a impuestos como el IVA o las retenciones de IRPF, mientras su capacidad financiera se ha volatilizado. Nadie les garantiza el pago puntual y periódico de las facturas, o la capacidad de retener a clientes y proveedores,.... y la tan manida conciliación de la vida laboral y familiar tan manida, sencillamente se responde con un jajajajajajajaja.
A todos los pequeños empresarios y al sector de los autónomos se les debe reconocer el increíble coraje y la determinación de seguir adelante con su negocios, con responsabilidad, esfuerzo y enorme responsabilidad. Han mantenido puestos de trabajo y han asegurado el sostenimiento de millones de familias, a costa de sus propios patrimonios y tiempo personal y familiar. El nuevo mes de septiembre será difícil, pero seguro que marcará el comienzo de la recuperación, y por ende, de la llegada de mejores tiempos. Permitámonos ser optimistas.