Miguel Bataller. Ciudadano del mundo y jubilado.
Me sorprendió la semana pasada la violenta reacción de Diakhaby en el campo del Cádiz, ante el comentario, sin confirmar, de Juan Cala, llamándole “negro de mierda”.
Comprendo que le ofenda lo de “mierda”, pero no entiendo que le ofenda ni pueda ofender a nadie ser “negro”, si ese es el color de su piel y más o menos, una tercera parte de la humanidad pertenece a esa raza.
A mí, en los años setenta del siglo pasado, cuando empecé a visitar Indonesia y Malasia, tanto en bahasa indonesio como en malayo, los amigos de mis amigos cuando estábamos juntos y no sabían mi nombre se referían a mi llamándome 'orang bulé' (que en ambas lenguas significa hombre blanco) y nunca me ofendí por ello, ya que estaban haciendo una perfecta descripción de mi raza.
Yo era la excepción entre todos ellos y por eso me llamaban así.
No sé los motivos, por los que entre nosotros en España, hemos conseguido satanizar indebidamente a la raza negra y mucho menos que ellos se sientan ofendidos por ello.
Nos empeñamos en crear grupos de 'victimas'.
Pero analizando detenidamente las razones, entro en más detalles que no se refieren al color de la piel ni a la raza, sino al color negro.
Y les voy a enumerar muchos casos, en los que el calificativo de negro lleva implícito un negativismo irracional, pero evidente.
Solemos hablar de un día negro, una suerte negra, un alma negra, un futuro negro, e incluso cuando se negocia en mercancías ilegales o en dinero no declarado y libre de impuestos se denomina 'mercado negro' y al dinero que se mueve dinero negro y lo que se suele hacer para incorporarlo el circuito bancario tradicional es 'blanquearlo', como si se pudiera teñir.
El cine de asesinatos se suele llamar cine negro y hasta en el tema amoroso, existe ese beso tan específico y desagradable para mucha gente que se conoce como el beso negro.
En fin mis amables lectores y amigos muchos de vosotros, espero no herir vuestras sensibilidades y que apreciéis mi buen humor al escribir esta columna, porque no va encaminada a molestar a nadie ni herir susceptibilidades gazmoñas y movidas en torno a lo políticamente correcto del momento.
Ni la mujer es en estos momentos inferior en nada al hombre, ni el negro, el indio, el mestizo ni el oriental al hombre de raza blanca.
Tampoco las distintas religiones nos hacen ni mejores ni peores.
Somos las personas quienes nos empeñamos en vernos o hacer sentir a los demás superiores o inferiores, en función muchas veces de intereses espurios.
Lo curioso es darse cuenta de que el Arco Iris maravillosamente multicolor y nos cubre a todos por igual y todos disfrutamos del mismo con el mismo placer.
Un abrazo a todos y hasta la semana que viene.