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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 19:05

El séptimo President

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Desde que en 1978 la Constitución española creó el Estado de las Autonomías, todas ellas han conocido una serie de gobiernos más o menos eficaces. Por razones obvias, en estas fechas hay que poner el foco, una vez más en Cataluña que tras más de tres meses de negociaciones, ha nombrado un nuevo President esta vez de ERC, un partido que no gobernaba desde que lo hiciera Tarradellas al comienzo de la transición democrática y durante todo el largo exilio.

En este periodo autonómico que comenzó en 1980, Cataluña ha conocido siete Presidentes, a saber Pujol, Maragall, Montilla, Más, Puigdemont, Torra y el recién nombrado Aragonés. Curiosamente el mismo número de Presidentes que ha tenido la España democrática. Aunque más llamativo resulta que los tres últimos catalanes se han sucedido durante el mandato de Pedro Sánchez. Algo tendrá que ver con la política de apertura que desde la Moncloa se ha venido aplicando al Govern.

Revisar la historia de Cataluña en esas cuatro décadas es hacer un repaso de un proceso de decadencia y crispación. Al comienzo del proceso autonómico Cataluña no sólo era la región más próspera de España sino que constituía una pieza indispensable para una gobernabilidad aparentemente sana del país. Algunas graves consecuencias, básicamente derivadas de la cesión de la Educación, se harían patentes solo a medio y largo plazo.

Fue durante el mandato de Más, quizá para camuflar los escándalos de corrupción que empezaron a aflorar, y con carácter creciente tras él cuando la minoría independentista creció al surgir un Proces  que arrastró a casi la mitad de la población volviéndose cada vez más radical hasta desembocar en el 1-O de 2017, en la declaración de independencia, en la aplicación del 155 y en la suspensión de la Autonomía.

La fuga de Puigdemont y de media docena de sus más allegados así como el juicio de Junqueras y de la docena de líderes que quedaron en España, acusados de rebelión, luego transformada en sedición, con penas de hasta 13 años, dejaron un panorama que era todo menos tranquilizador y definitivo.

El gobierno de Torra, especie de encargado de negocios del fugado a Waterloo, bailó siempre al borde de un precipicio que le acabó llevando a los tribunales por un cargo de desobediencia relativamente menor, lo que puso punto final a su disparatada carrera. Muy probablemente Torra, gozando de libertad y con todos los privilegios que corresponden a su rango -como los disfrutan todos sus predecesores- se sienta más que aliviado. Pujol y su familia constituyen la única y muy conocida excepción a ese derroche de jubilaciones de oro.

Aragonés ha logrado alcanzar la Presidencia con el beneplácito de CUP y pactando con Junts al que ha tenido que ceder muy importantes puestos como la Vicepresidencia (de ella y de su titular tendremos que seguir hablando), el liderazgo del Parlament y la mitad de las 14 consejerías entre ellas,  Presidencia, Economía, Acción Exterior, Justicia y Salud.

El nuevo Govern llega con dos ideas motrices, en el fondo estribillos inevitables en el último lustro: la independencia y los indultos. Y con tales alforjas no dudará en sentarse a la mesa negociadora con Sánchez quien, parece más que probable aceptará el segundo postulado por aquello de evitar ser revanchista y vengativo, liberando a los sediciosos que se habrán ahorrado cerca de una década de carcel aunque es probable les mantenga inhabilitados para ejercer cargo público lo que tampoco viene mal al nuevo equipo.

Habrá que ver hasta dónde esa mesa negociadora puede llegar en materia de soberanía de forma que ERC pueda seguir ofreciendo los 13 votos indispensables para que el declinante gobierno del PSOE pueda seguir asentado en la Moncloa.