Rafa Cerdá Torres. Abogado.
Hacia finales de la semana laborable, suelo tener una cierta idea sobre la temática sobre la que versarán las cuatro líneas apretadas y mal escritas, con las que perpetro cada semana este espacio. Bien pertrechado con una serie de argumentos en torno al peligro de secesión de Cataluña, pensaba abordar por segunda vez, los peligros reales de fractura social que se puedan dar en el seno de una sociedad sometida a una gran presión a dirimir entre dos polos enfrentados. A punto de entrar el pantanoso terreno de la especulación pseudo política (el análisis de la alta res publica es propio de la consumada experiencia y capacidad del Embajador Jorge Fuentes), una rueda de prensa celebrada en el Palacio de la Zarzuela ha provocado que mi texto aspirante a artículo permanezca tranquilo en el Escritorio de mi ordenador, dibujando un escenario distinto, mejor dicho: un real escenario. Por primera vez en muchos meses, la Casa del Rey ha ejecutado una adecuada puesta de escena a la hora de anunciar que el nuevo deterioro de la salud del monarca, por la vía de la infección de su prótesis de cadera, y la necesidad de paliar el cuadro clínico adverso que presenta el Rey con una nueva intervención quirúrgica.
El Jefe de la Casa del Rey explicó la situación desde un plano institucional, apoyado por las explicaciones del Médico que va a practicar la operación, Miguel Cabanela, un prestigioso facultativo que trabaja en la norteamericana Clínica Mayo, una de las más prestigiosas del mundo, contando entre sus ilustres pacientes al recordado Rey Hussein de Jordania. Ambos, el edecán del Rey y el prestigioso facultativo proporcionaron explicaciones, respondieron de forma abierta y clara a cuantas cuestiones se les plantearon por parte de los periodistas y sobre todo, informaron a todo el país de qué estaba pasando en los reales muros de Zarzuela. Todo lo contrario a comunicados escuetos, anunciando operaciones ya hechas y dando pábulo a todas las interpretaciones posibles, tal y como ocurrió hace justo un año, cuando se informó que el Rey había sufrido una operación en la cadera a resultas de una caída en un país africano. Esa opacidad quebró el muro de silencio con el que prensa y ciudadanía trataban las actividades "fuera de cámara" del monarca, y lo que se descubrió no gustó nada: mientras el país se desangraba, el Jefe del Estado acompañado por su amante cazaba elefantes en Botswana, en una especie de recreo particular del que nada se dijo al conjunto de los ciudadanos, de cuyos bolsillos se paga la seguridad del monarca y de su séquito.
Desde entonces la cuesta abajo del índice de popularidad de la Corona en general, y de su titular en particular, ha sido evidente y muy comentado a todos los niveles. Sin embargo me atrevo a vislumbrar cierto cambio, y me refiero al hecho que se haya convocado una rueda de prensa como la que hemos visto, en donde cierto ejercicio de transparencia ha evitado especulaciones de todos los pelajes (que si padece cáncer, que si se oculta su verdadero cuadro clínico, etcétera). Se ha dado la cara y ello siempre es positivo. Pero la desazón que existe al respecto de qué papel va a jugar la Corona en estos tiempos de desafío no se ha cerrado ni mucho menos, y ahora más que nunca la Monarquía debe situarse como elemento integrador, nunca como un problema. Un monarca limitado en su capacidad física a la vez que obstinado en permanecer en el Trono como un ejercicio de mera obcecación, sencillamente será letal para la supervivencia de la Institución. Ya lo he manifestado en una ocasión, y me he reitero: más que nunca es necesaria la abdicación del Rey Juan Carlos I en favor de su hijo el Príncipe de Asturias, no mañana, pero sí en un plazo prudencial. Es la única esperanza que queda a mi juicio, a la Familia Real si desea sobrevivir. La indiferencia actual hacia la Corona se puede volver en franca hostilidad, fenómeno nada extraño en una país tan extremista como el nuestro.
Ojalá la rueda de prensa de esta pasada semana, sea el primer paso que anuncie un nuevo tiempo, con un nuevo monarca al frente de la Corona: Felipe VI. El Príncipe ha dado muestras de estar preparado para devolver el prestigio a la figura del Rey como símbolo de unidad y de continuidad del Estado, y sobre todo, concitar de nuevo el favor popular frente a la indiferencia.