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lunes, 25 de noviembre de 2024 | Última actualización: 23:18

Domingo Casañ

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Conocí a Domingo Casañ allá por los años setenta cuando él regentaba la Librería Ares emplazada en la calle de Enmedio de Castellón, cerca del Casino. Era, en mi opinión, la mejor librería de la ciudad de aquellos años. Y Casañ era un gran librero, uno de esos escasos libreros vocacionales que amaba los libros que vendía -y también los discos- y que sabía recomendarte lo que merecía la pena leer y escuchar y lo que no.

Por entonces estaba yo trasladando mis bártulos desde la Yugoslavia de Tito hasta las Naciones Unidas de Nueva York donde pasaría cuatro fascinantes años de mi vida con mi mujer y mis tres hijos, el menor recién nacido.

Pregunté a Domingo qué me recomendaba leer en las semanas de vacaciones que comenzaba en Benicasim. Entre otros libros me señaló el interés de la ópera prima de un joven escritor, Eduardo Mendoza, "La verdad sobre el caso Savolta". Seguí su consejo, leí el libro que me pareció una espléndida obra novel y vi en la pequeña reseña biográfica de la contraportada que el autor vivía y trabajaba en Nueva York. Pensé que tendría ocasión de conocerlo.

Después de algunas semanas de asentamiento pregunté a mis más veteranos compañeros si sabían de los pasos de Mendoza. Me contestaron afirmativamente y que también yo le conocía pues era el intérprete de la comisión económica en que yo estaba destinado. Es decir que había pasado semanas escuchando su voz a través del pinganillo sin saber que era el autor ya afamado del Caso Savolta quien me susurraba las intervenciones de los más exóticos delegados.

Gracias a Domingo Casañ trabé amistad con Mendoza, una amistad que duraría hasta el día de hoy. Me pidió también Domingo que vigilara un poco a su hijo Guillermo que vivía por entonces en Nueva York perfeccionando su inglés y buscándose la vida.

Conocí a Guillermo y le ayudé a colocarse como mensajero en la ONU, un trabajo interesante y bien remunerado con el que el joven Casañ compatibilizo sus estudios y le convirtió, pasados los años, en el prestigioso catedrático de inglés que hoy es.

Tiempo después, Domingo clausuró la Librería Ares y se dedicó a la hostelería, inaugurando junto con su inseparable mujer Pepiqueta y sus numerosos hijos, el Hotel Tramontana, toda una institución en Benicasim, pujante a día de hoy.

Domingo no faltaba a ninguna de mis charlas en Castellón. Le recuerdo atento, siguiendo pacientemente mis rollos y haciendo siempre preguntas pertinentes al llegar el turno del debate.

Debe hacer un lustro cuando vi al matrimonio por última vez, poco antes del fallecimiento de Pepiqueta. A sus casi 90 años, Domingo ayudaba a su mujer a dar el recomendado paseo diario a lo largo del "Paraíso" en las Villas benicenses.

Guillermo acaba de telefonearme al lugar lejano en que me encuentro para comunicarme que su padre Domingo Casañ, acababa de fallecer, plácidamente, mientras dormía y que el entierro tendría lugar hoy día 6 en Benicasim.

Nada me hubiera gustado más que acompañarle en este último viaje pero valgan estas líneas para desearle el buen destino que merece un hombre de su calidad y bonhomia, un gran lujo para Castellón y para Benicasim. Descansa en paz, querido Domingo.