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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Érase una vez...

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José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal.

Escribir, plasmar ideas, sentimientos, sensaciones, opiniones, creencias y otras muchas cosas no es tarea fácil, de hecho lo vemos cada día en la lectura de periódicos, revistas, ‘píldoras’ y demás aderezos en las redes sociales, actuales protagonistas de la comunicación sin lugar a duda.

También para quien tiene la necesidad de compartir, transmitir a través de la palabra se vuelve necesidad imperiosa, acallada en demasiadas ocasiones por circunstancias varias, e innegablemente por una pereza insoslayable, pues no basta con pergeñar unas palabras o hilvanar unas cuantas ideas o informaciones de aquí o allá, se hace necesario, al menos en esta tesitura, ser coherente, consciente y respetuoso con el medio y los lectores.

Dicho lo anterior, que no deja de ser una manifestación de buenas intenciones en este inicio de temporada,  he tenido dudas sobre  a qué asunto debería dedicar esta primera aportación del recién iniciado curso escolar, y tras muchas dudas lo hago por el muy local y conocido ya por todos relevo de Prior en la Basílica de Nuestra Señora del Lledó en Castellón.

Puede, apreciado lector de Castellón Información, que lo puntual y casi anecdótico del asunto para un gran número de lectores lo relegue a un tema menor, pudiera ser, por lo que disculpas pido, si fueren menester.

Érase una vez una capital de provincias española, media en su tamaño y rica, muy rica en paisajes, playas, gentes, montañas, parajes, naranjos y en industria, hasta refinería incluso llegó a tener. Desde antiguo veneraban con respeto y devoción a una pequeña imagen precristiana que decía la tradición encontró un labrador mientras trabajaba en sus campos. En un pequeño ermitorio se ubicó y diariamente desde hace cientos de años los fieles de la ciudad iban en una singular e individual peregrinación a rezarle, pedirle y agradecerle, como fieles devotos que eran.

Con el paso de los tiempos, paralelo a las vicisitudes que conllevan siempre, el ayuntamiento hizo un templo mayor, la imagen fue ennoblecida, así como el lugar de culto. La imagen se coronó de acuerdo a los cánones de la Iglesia y según resolución del Papa; también con el tiempo se declaró el tempo, propiedad de todos los vecinos, como Basílica Menor y también se nombró a un guardes y a un capellán (hoy prior), cuyos servicios pagaban todos los vecinos a través del ayuntamiento para que el lugar, y los alrededores estuvieren en perfecto estado, así como que el culto se llevara a cabo según los cánones de la Santa Madre Iglesia.

Pasaron los años y el fervor popular propició la creación de una Cofradía que dependía del Ordinario de la Diócesis (Obispo) cuyo fin primordial era promover, agrandar y propagar el culto a esta pequeña, pero preciosa advocación de Santa María, madre  de Dios.

No debemos olvidar que todo lo que se quiere despierta pasiones e inevitablemente es motivo de controversia, incluso disputa.

Todo  ello sucedió cuando fue nombrado un nuevo prior por jubilación del anterior. Bastante joven, el que más sabía de aquella imagen y su historia decían, muy culto y versado aseveran otros. Con gran ilusión los fieles esperaban un aire fresco que mostrara el eterno culto a la Virgen a los más jóvenes a quienes debía atraer. La Cofradía esperanzada con un nuevo un interlocutor para desarrollar proyectos que necesitaban el esfuerzo conjunto de todos, se llegó a hablar de la compra e instalación de un órgano acorde a la Basílica, fíjense.

Pasaron los primeros cien días, los primeros doscientos, los primeros mil, y ¿qué ocurrió? Lo que nadie deseaba ni esperaba: confrontación, disputas, posición absolutista, ansias de protagonismo ilimitado y la absurda pretensión de tener a todos los que estaban en torno a la Patrona ‘en amo’.

Pasaron los años, y las disputas, incluso las internas con compañeros y superior, fueron más notables y públicas, como lo fueron el aislamiento de cualquier otra actividad pastoral o de gestión en su entorno sacerdotal.

Dicen los corrillos malintencionados que hay gotas que colman el vaso y ya no es el fuero, sino el forro. ‘Pelat com un conill’, dejó tras de sí  la desilusión en  muchos, alejados a otros tantos y esperanzados a la mayoría, en que quien le sucede restañe heridas, ‘aligere’ el templo y vuelva a la normalidad, eliminando o reduciendo a la mínima expresión ese bazar en el que se convirtieron algunas de las dependencias, donde se  podía comprar una vela por el módico precio de un euro, o un abanico si tenía calor, pasando por multitud de objetos y cachivaches, además de réplicas de imágenes, sin olvidar  las cintas a imagen de las mañas, todo ello culminado con la maquinita de hacer chapas con monedas y de la venta de lotería, eso sí, en papeletas o  en décimos, a elegir.

No es banal ni ñoña la profunda devoción arraigada en muchos de los habitantes de esta  ciudad como para  que se juegue con ella; incluso se les ha ofendido durante demasiados años al consentir semejante espectáculo circense que vergüenza ajena provocaba a muchos y profundo malestar a otros.

Como ha ocurrido en otros ámbitos de actuación, los protagonistas, la Protagonista, pasó a un segundo plano en pro del autobombo y complacencia de quien tenía la responsabilidad de promover, mantener y velar por su culto. Para la mayoría de los devotos o devotas esta ha sido una etapa oscura, donde casi resultaba imposible ver a su Virgen, entre tintinear de cristales incrustados en casullas eléctricas o nos despistaban bonetes pseudo obispales, o las  capas multicolores de brocados fastuosos.

Empezamos bien el curso, esperanzados y deseándole las mejores venturas y buen acierto al nuevo y recién nombrado prior de la Basílica de aquella ciudad Mediterránea que la primera semana de mayo se engalana para celebrar a su Patrona a la que rinde homenaje en su procesión con flor del naranjo y azahar en torno a su ermita, Lledó.