Jorge Fuentes. Embajador de España.
Muchos lectores se sorprenderán de que dedique muchas reflexiones a la crisis en Ucrania y muy pocas -o ninguna- al volcán de la Palma (cuestión a la que muy poco hubiera podido aportar salvo solidarizarme con los afectados), a las repetidas pifias del Ministro Garzón o a los trapicheos sanitarios del tenista Djokovic, asuntos todos ellos que centraron la atención de los medios informativos durante semanas.
La pregunta es la siguiente: ¿Por qué la crisis ruso-ucraniana debe ser importante para los españoles a pesar de los 4000 kilómetros que nos separan y a las aún modestas relaciones políticas, económicas y culturales existentes entre ambos países?
Madrid y Kiev establecieron relaciones diplomáticas plenas desde el momento mismo en que Ucrania reapareció como Estado independiente tras la desaparición de la URSS en 1991. Desde aquel momento se viene construyendo un intercambio comercial que a día de hoy apenas alcanza los 600 millones de euros de exportaciones españolas (compárese con los 6.500 m€ con Polonia, 20.000 con Portugal o 40.000 con Francia).
Existe también una meritoria actividad cultural con fuerte promoción de nuestro idioma y una fluida interlocución diplomática todo lo cual explica la presencia de una colonia española en Ucrania de medio millar de personas integrado por diplomáticos, profesores, empresarios, comerciantes, estudiantes, becarios etc.
Todo ello podría explicar solo a medias el enorme despliegue informativo que estamos conociendo y que podría resumirse en la sensación de que Europa y quizá el mundo está ante un peligro como no lo había estado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
¿Por qué ello es así? No debemos olvidar dos hechos: desde 2014 existe en Ucrania una guerra de baja intensidad que viene costando una media de diez vidas diarias. Si la virulencia bélica subiera de nivel, el escenario donde se desarrollaría, el campo de batalla, sería Europa y las victimas se contarían por miles.
Y volvemos a la pregunta, ¿Qué tiene todo ello que ver con España? Nuestro país , ausente en las dos Guerras Mundiales, se ha sentido siempre lejos del conflicto Este-Oeste y aún ahora cuando rebrota la inestabilidad característica de la Guerra Fría, en España no se ha perdido ocasión para trasladar el conflicto a nuestro entorno preguntándonos por qué hemos de intervenir en defensa de Ucrania si es probable que la OTAN no lo hiciera en el caso de agresión en Ceuta y Melilla.
Lo cierto es que España debe decidir una vez por todas si quiere ser un socio y un aliado pleno en la UE y en la OTAN. Solo siéndolo sin ambages recuperará la presencia internacional que tuvo en los tiempos de González y Aznar y que perdió en los de Zapatero.
Rusia quiere aprovechar la escasa vocación internacional de Biden y la hora baja de la UE para intentar recuperar un cierto protagonismo mundial valiéndose a la vez de las posiciones discordantes entre los aliados occidentales.
Para ello Putin está empeñado en revivir los tiempos de la Guerra Fría, que habían quedado superados tras el proceso de Helsinki, el Acta Final de la OSCE que dio paso a la Distensión y borró del mapa conceptos como 'esfera de influencia', 'domaine reservé', 'equilibrio de terror', 'destrucción mutua asegurada' y otros típicos de una era remota.
España no puede insensibilizarse a cuanto ocurra en el Este de Europa que siempre ha sido fundamental en la Historia del continente y que hoy sigue siendo vital para la mayoría de ellos. Malamente podremos esperar solidaridad y comprensión hacia nuestros problemas si nos mostráramos indiferentes respecto a los ajenos.
Entre Crimea y algunas ciudades de la región de Donbass (Donetsk y Lubansk) Ucrania ha perdido ya la soberanía del 7% de su territorio, una absorción por parte de Rusia que Occidente no ha reconocido . No será fácil revertir la situación pero hay que mantener firmeza para evitar que Rusia siga por el camino que nos haría volver a los peores momentos de la Historia de Europa.