Begoña Carrasco García. Portavoz del Grupo Municipal Popular en el Ayuntamiento de Castellón y Presidenta del PP de Castellón de la Plana
Hay ganas de Magdalena. Mucho llevamos esperando el momento de disfrutar de nuestras fiestas fundacionales. Han sido dos años, dos largos años, sin poder salir a la calle a vivir nuestra semana grande, a sentir emociones indescriptibles como las producidas por el estruendo de una mascletá, la llegada al ermitorio de la Magdalena en romeria o la entrega del ramo de flores a los pies de nuestra Mare de Déu de Lledó. O se siente o no se siente. Y como buenos castellonenses, sentimos, y mucho.
Por eso, en las fiestas de la Magdalena de la normalidad, era, y es, tan importante cuidar hasta el último detalle, para que diversión y protección, sean absolutamente compatibles. Es hora de volver a socializar, a compartir, a acumular vivencias y memorias que quedarán para siempre imborrables. Sí a prevenir contagios, pero sí, rotundamente así, a celebrar nuestras fiestas.
La Magdalena 2022 debía ser histórica. A la altura del acontecimiento que es: las primeras después de la gran pandemia, las primeras después del 75 aniversario. Y sin embargo, llegan deslucidas antes de tiempo. Y lo hacen por la falta de previsión, y de ambición, del equipo de gobierno. Castellón fue la única ciudad que el año pasado no celebró fiestas, mientras sí lo hacía Valencia, por ejemplo. Y este año lo empezamos por el mismo camino: Mientras Valencia y Burriana preparaban unas Fallas por todo lo alto, Castellón se quedaba en un amago de fiestas cuyos actos se han ido ampliando a casi trompicones, muchas veces ‘obligados’ por la propia presión social de los distintos miembros del ‘món de la festa’.
¿El resultado? El Ayuntamiento no va a licitar los mesones, incomprensiblemente, pese a ser el alma de la fiesta, por lo que vecinos y visitantes se verán obligados a divertirse forzosamente en las collas y verbenas que, una vez más, han organizado por su cuenta las entidades sociales privadas. Sí, el equipo de gobierno va a modificar los estatutos para controlar y decidir absolutamente todo, pero luego que le hagan el trabajo los castellonenses.
Una lástima que el tripartito del Ayuntamiento de Castellón cuide tan poco estos aspectos, no menores. Los castellonenses merecen lo mejor, y lamentablemente, este gobierno no está a la altura de las circunstancias. Si yo hubiera sido alcaldesa, lo hubiera tenido claro: hubiera planificado unas fiestas para situación Covid y una alternativa con un escenario sin Covid. Un plan A y un Plan B. Pero para eso también hay que tener visión, ambición y trabajar. Tres valores que, después de siete años del actual gobierno municipal, no va sobrado de buenos ejemplos.
Ya queda menos. Disfrutemos lo que se pueda, o nos dejen, de nuestra Magdalena.
