Rafa Cerdá Torres. Abogado.
Comienzo confesando que la elaboración de este artículo me provoca una enorme pereza mental. El motivo radica en que casi siempre he intentado (aunque la mayoría de las veces sólo ha quedado en una mera tentativa...) comprender cuáles son las razones que justifican y los argumentos que esgrimen, los diversos colectivos de carácter civil que deciden entrar en el resbaladizo y pantanoso terreno de la política. Plataformas, movimientos, asociaciones y demás cónclaves colectivos, redactan manifiestos, crean páginas webs, lanzan proclamas, programan actos y así todos los eventos imaginables. Tras muchos y vanos esfuerzos, he llegado a la conclusión que la mera articulación de un cierto discurso de corte progresista y cuajado de buenas intenciones, ya es óbice para que la realidad deba plegarse a los deseos de quien enarbola una bandera mediante un discurso de corte buenista y social. Todo lo demás no cabe, es decir, todo aquello y aquellos que no entren dentro de su ámbito ideológico, se les califica de sospechosos de albergar conductas antidemocráticas (como poco). En resumen, el fenómeno del sectarismo en todo su esplendor.
Por ejemplo, un colectivo de estudiantes de la Universidad Jaume I invitan a un colaborador de la organización terrorista ETA a dar una charla, y dado que el Rectorado no permite la celebración del evento, ocupan un aula expulsando a los alumnos que se encontraban dando clase en la misma. Todo un alarde de civismo y de respeto a la autoridad. ¿Se imaginan los alaridos que estos sujetos hubieran proferido en el supuesto que un político que se declarara nazi (o más suave falangista) hubiera hecho exactamente lo mismo en manos de otro grupo universitario?, a buen seguro que esgrimirían toda la legalidad que se han pasado por el arco del triunfo.
Sigamos: un grupo de alcaldes del Partido Popular en Andalucía, bloquearon el itinerario del coche oficial de la Presidenta de la Junta de Andalucía tras participar en un acto institucional, a modo de un "escrache" tan de moda. Faltó tiempo para que una tromba de cargos del PSOE taladraran los micrófonos de los distintos medios de comunicación, aireando la indignación por el abominable comportamiento de los trogloditas regidores del Partido Popular. En cambio esas mismas indignadas voces, callaban como piedras cuando en muchísimas más ocasiones, las víctimas de escraches mucho más salvajes y sin presencia policial abordaban los domicilios particulares de dirigentes del PP como Esteban González Pons o Soroya Saéz de Santamaría.
Más: un periódico cuya cabecea tiene nombre de aire, efectúa un despliegue a varias páginas informando que un honrado juez ha participado en una concentración a favor de las víctimas del terrorismo. Con la supuesta intención de poner en duda su imparcialidad como operador de la ley, y de paso echarle de forma subrepticia el calificativo de juez conservador. En cambio, cuando el ex-magistrado Baltasar Garzón en épocas pretéritas a su inhabilitación como juez por sentencia del Tribunal Supremo, participaba en todo acto contrario a la Guerra de Irak, organizados con un lógico sesgo político, se hacía alarde por algunos medios del compromiso cívico de tan estupendo juez....
Una nueva muestra: la reciente convocatoria efectuada por las diferentes Asociaciones de Víctimas del Terrorismo en nuestro país con motivo de la derogación de la denominada Doctrina Parot, ha comportado que algunos analistas hayan declarado que los discursos pronunciados por los oradores que participaron en el acto, sean propios de la "extrema derecha". En cambio las justificaciones de décadas de matanzas y de atentados perpetrados por los terroristas, y que han sido continuamente esgrimidos por ciertos dirigentes políticos, no han merecido JAMÁS el calificativo de extremistas, y mucho menos de ser propias de extrema izquierda.
En conclusión, todo depende del sesgo ideológico que se introduzca, conducta impropia de una sociedad madura en la que, partiendo de un mínimo respeto, nadie es mejor que el otro por la ideología que maneja. Por desgracia, en muchas ocasiones los defensores de la pluralidad, sólo es asumida cuando la conforman sus mismos partidarios. Si se pretende entender el fenómeno del sectarismo, por mucho que se pretenda argumentar, al menos a mí, me cansa demasiado, y del cansancio a la pereza (la mía mental) sólo media un paso.