José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal.
Dice la Real Academia de la Lengua que currículo es el conjunto de estudios y prácticas destinadas a que el alumno desarrolle plenamente sus posibilidades; ni más ni menos, ahí es nada.
Si releemos con algo de perspectiva esta definición no podemos más que afirmar que lo que hoy se ha publicado en el Boletín Oficial del Estado no es un currículo, es la ideologización por parte de quien gobierna de la educación secundaria, añadiéndole además atajos mil para que dejen de ser molestos los datos en España de la repetición de curso (1,9% de media en la OCDE contra 9% en España), el enorme abandono escolar en la ESO y Formación Profesional, y las múltiples ineficiencias de nuestro sistema educativo, eso sí obligando a que la norma contemple la perspectiva de género para enmascarar un poquito más si cabe la falta de acuerdo social y político sobre la educación en España.
Este es un artículo de opinión, por lo que no me voy a detener en la configuración completa, verdadero galimatías y que hasta que no se ponga en marcha, va a costar de entender; quiero hacer hincapié en algunos puntos que me parecen interesantes y que nos hablan de la trascendencia de esta norma.
Por una parte es bien cierto que el currículo actual es excesivamente extenso, por lo que había que adaptarlo al siglo XXI y también el modo de hacerlo. Tal vez ayude este sencillo ejemplo. No es necesario que los estudiantes de la ESO se aprendan a los reyes godos, que por cierto eran muchos, pues realmente nos sirve de poco el saberlo, aún reteniéndolo, pero si es necesario que los alumnos sepan que ocurrió en la península ibérica durante los trescientos años que estuvieron gobernando, como evolucionó la sociedad y qué logros e hitos ocurrieron.
Dicho esto, y que hay que actuar con sentido común, que la filosofía y la religión desaparezcan es una aberración cultural, ya que el aprendizaje de ambas supone dotar al alumno de una visión integral del pensamiento y de la creencia del hombre a lo largo de la historia. Por cierto , no hay que confundir la asignatura de religión con el catecismo, son enseñanzas diferentes.
Recordando la época de estudiantes, la tendencia generalizada y reinante era de la aprobar las asignaturas y estudiarlas en función de la dificultad o dureza del docente de turno. Si eliminamos la evaluación numérica , va a haber un efecto inmediato de desmotivación del alumno, por aplicación de la ley del mínimo esfuerzo; distinto es el que esa evaluación no conste exclusivamente del resultado de un examen, sino que además contemple también el esfuerzo, las competencias adquiridas, y la evolución del alumno.
¿Debe un profesor en esta situación decidir porqué un alumno con asignaturas suspendidas promociona de curso y otro con el mismo número o inferior no? Obviamente se trata de una competencia y responsabilidad que excede en muchas ocasiones de sus atribuciones, aunque para su tranquilidad cabe decir que la repetición es excepcional, de acuerdo a la nueva ley.
Los sistemas de aprendizaje evolucionan y la importancia de las asignaturas y los conocimientos que conllevan varían en tanto en cuanto lo hace la sociedad, por lo que hemos de estar abiertos a que los adultos del mañana reciban todos por igual hoy a la educación que les servirá para desenvolverse y desarrollarse. Por ello es lamentable que este currículo, consecuencia directa de la ley Celaá va a empobrecer culturalmente a los que no pueden pagarse una educación privada que supla las carencias y lagunas que se van a generar y se volverá una vez más en contra para quienes legislan desde el falso buenísimo ideológico. Qué pena!!!