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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 17:09

Espejismo de guerra

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Opinión de Jorge Fuentes. Embajador de España.

Europa y el mundo viven el espejismo de una guerra que confirma la veracidad de distintos axiomas. El primero de ellos es el principio de la globalización puesta de manifiesto en que una crisis en un país, en cualquier país, provoca olas que llegan al resto del planeta.

Ucrania no es un país central. No es tan notable como Italia, Francia o Polonia. Ni siquiera lo es como Suiza, Bélgica o Grecia. Ucrania es un gran país que en la época contemporánea quedó opacado por su incorporación al gran monstruo de la Unión Soviética, avasallada por Rusia.

Esa fue una de las razones que llevó a Putin a creer que el mundo quedaría indiferente ante su invasión como lo había hecho cuando procedió de forma semejante contra Georgia o Moldavia, o como cuando absorbió Crimea. El otro gran error de Putin fue pensar que la propia Ucrania no reaccionaria de forma heroica en que lo está haciendo, comenzando por el propio presidente Zelenski.

Sin embargo se está poniendo de manifiesto que el aislamiento comercial con un país como Ucrania -y de paso también con Rusia- está teniendo enormes consecuencias en Europa y en el mundo.

El segundo axioma es la zozobra del orden mundial salido de la Segunda Guerra Mundial. La caída de la URSS, la rápida ascensión de China, la debilitación de la Unión Europea y las tentaciones aislacionistas estadounidenses, son factores que dibujan un nuevo escenario que el documento firmado entre China y Rusia el 4 de Febrero pasado intenta materializar en un nuevo orden mundial.

El tercer y por ahora último presupuesto es aceptar, como lo están haciendo muchos analistas, que existen unos "domaines reserves" que deben ser respetados, que Rusia tiene derecho a decidir sobre el destino de sus vecinos y que puede hacer lo que considere necesario para recuperar espacios que una vez fueron suyos por vía de conquista colonial. Ambos supuestos son falsos. Ya no hay dominios reservados. Los Estados Unidos tienen que tragarse muy a su pesar, la vecindad de regímenes tan poco gratos como los que campan por Cuba, Nicaragua, Venezuela, Perú e incluso México, por citar sólo algunos. Es inaceptable que un régimen tan poco exportable como el del autócrata ruso pueda ser impuesto a su vecindad y ello por motivos tan inconfesables como evitar la prosperidad que alcanzarían en caso de optar por acercarse a los sistemas políticos y económicos occidentales.

De igual modo, querer recuperar los territorios que ocupó en algún momento de su Historia, es como si España o Portugal soñaran con reconstruir unos Imperios en que no se ponia el sol. O como si Bélgica, Gran Bretaña o Países Bajos quisieran hacer otro tanto.

Decía que el mundo, Europa y en concreto España creemos estar viviendo una guerra. Nos quejamos por pensar que íbamos a ser una generación privilegiada por haber podido escapar de los horrores de un conflicto y he ahí que ahora lo estamos sufriendo.

Pero no nos engañemos. Nosotros no estamos sufriendo los horrores de una guerra. España -como Europa- estamos conociendo las molestias ocasionadas por una guerra ajena. Molestias que, a decir verdad, ya estábamos experimentando por la ineficacia de nuestro gobierno, bastante antes de que el 24 de febrero se desencadenara la invasión de Ucrania por Rusia.

Quienes están viviendo y sufriendo los horrores y privaciones de una guerra son los ucranianos que, de la noche a la mañana han visto su país invadido por el gigantesco vecino, veinte veces mayor, con un ejército diez veces superior que esta forzándole a desplazamientos masivos, a presenciar la destrucción de sus ciudades, a huidas en cifras millonarias, a rupturas familiares, al vaciamiento de toda la infancia y juventud del país, creando un agujero generacional sin precedentes.

No nos engañemos: nosotros no estamos viviendo una guerra. Son los ucranianos quienes la sufren. Son los rusos los culpables. Los rusos que mandan y los que se dejan engañar con patrañas para impedir que la vecina Ucrania, con su libre opción abrazara un régimen próspero que heriría comparativamente la imagen del agresor. El horror ocurre en Ucrania. Y hoy en Buchan, 35.000 habitantes, en el extrarradio de Kiev. Cientos de civiles, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, torturados y asesinados por criminales de guerra.