Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón
El 17 de mayo celebramos la Fiesta de san Pascual Bailón, patrono de nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón. Es bueno que nos preguntemos qué significa tener a san Pascual por patrono, máxime en el actual Año Jubilar diocesano.
La vida de Pascual comienza y termina en Pascua de Pentecostés (1540 -1592). Era hijo de una pobre y humilde familia cristiana. A los siete años ha de trabajar como pastorcito y ayuda así en la economía familiar. Pascual tenía una gran devoción a la Eucaristía y a la Virgen María. A los dieciocho años, pide ser admitido en la Orden de los Frailes Menores. Años después entra en el convento de Ntra. Sra. de Loreto en Orito, de los frailes reformados de San Pedro de Alcántara, para pasar en 1589 al convento de Villarreal. Aquí se encargó como hermano lego en las humildes tareas de portero, limosnero o cuidador de la huerta. Murió con fama de santidad siendo canonizado por Alejandro VIII el 16 de octubre de 1690.
La Iglesia universal, al declarar a Pascual patrono de nuestra Iglesia diocesana, nos lo propone como guía en nuestro peregrinar hacia la casa del Padre. En este Jubileo diocesano damos gracias a Dios por la santidad de Pascual para que se convierta en estímulo constante para cuantos formamos esta Iglesia del Señor. A los santos se los admira, pero sobre todo se les imita en sus virtudes humanas y cristianas para caminar hacia la santidad, hacia la perfección del amor: esta es la vocación fundamental de todo cristiano y de toda nuestra comunidad diocesana. Al mismo tiempo pedimos la valiosa intercesión de Pascual para no desfallecer en la carrera.
Pascual fue un excepcional hombre de Dios y, por ello, un excepcional amigo y servidor de los hombres. Nuestro santo fue generoso y sufrido, paciente y alegre, siempre dispuesto a cumplir sus deberes con diligencia y con bondad, con mucha misericordia y con un amor sin límites hacía los más pobres. En el amor a Jesucristo, cultivado y alimentado diariamente en la oración y la Eucarística, y en su amor a la Virgen María se encuentra la raíz de su amor desinteresado hacia el prójimo.
La vida y el legado de Pascual permanecen siempre actuales. Son de destacar sobre todo sus virtudes de humildad y de fe en Dios, su devoción a la Virgen María y su amor a la Eucaristía, fuente permanente del amor a Dios y de amor a los hermanos, en especial a los más pobres, a los necesitados, a los mendigos. En Pascual apreciamos la santidad vivida día a día; él nos muestra que se puede llegar a la perfección del amor, dedicándose a las tareas diarias y a los oficios más sencillos de la casa. Todo un ejemplo y un mensaje para nosotros.