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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 20:36

El Sanchismo

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Vamos a pasar de puntillas el que Sánchez no fuera en su juventud un estudiante brillante ni un universitario destacado. También dejaremos pasar -y ya es mucho dejar- que "fusilara" su tesis doctoral que le valió un cum laude gracias a un tribunal amañado y que ello le permitiera comenzar una carrera profesoral que le llevaría a la política, a un escaño parlamentario -como modesto culiparlante, hay que decir- y finalmente a la Moncloa.

Dentro del PSOE, Sánchez no cayó bien y eso explica su temprano cese del puesto de Secretario General, por el rechazo que su línea política despertaba entre los que entonces se movían en una línea socialdemócrata, en que prevalecían muchos de los que junto con González, Guerra y todos quienes desde la oposición y más tarde desde el gobierno condujeron una transición modélica que fue contemplada con admiración en el mundo entero.

La defenestración de Sánchez por el Comité Federal de su partido en 1986 (137 votos frente a 107), mostró un rasgo de carácter del joven político que no debe menospreciarse: la tenacidad. Apoyado por algunos incondicionales -que más tarde cesaría de forma inmisericorde- y a bordo de su modesto Peugeot, recorrió España y logró, no solo recuperar el liderazgo del partido, sino también la Presidencia del Gobierno gracias a la primera moción de censura exitosa de nuestra democracia.

¿Cómo cabe explicar ese éxito inusitado en España? La explicación puede encontrarse en que esa reaparición al frente del partido pudo hacerla transformando profundamente las bases de éste y creando una nueva formación renovada que no sería ya el PSOE  sino el Sanchismo.

Las principales características de este nuevo partido eran el revanchismo contra quienes en el PSOE le habían abandonado en 2016, la consiguiente división del antiguo partido socialista y la firme decisión de alcanzar el poder sin reparar en el costo que conllevara pactando con quien fuera necesario hacerlo.

En este punto hay que reconocer por mucho que nos pese, que Sanchez no alcanzó los 176 escaños necesarios para superar la Moción y formar un gobierno, con el apoyo de partidos extraparlamentarios o inconstitucionales sino -como no podía ser de otro modo- con partidos legítimamente elegidos de acuerdo con las normas dictadas por nuestra Constitución y por nuestro sistema electoral.

Sánchez se apoyó en partidos catalanes y vascos como lo habían hecho en el pasado todos nuestros líderes cuando no fueron capaces de alcanzar la mayoría absoluta. Lo que ocurre es que en aquellos tiempos desde Suarez hasta Rajoy, los partidos regionales no eran filoterroristas -como Bildu-, golpistas -como ERC O JXCAT-, ni comunistas como UP. Todos éstos habían sido condenados por el propio Sánchez que aseguró nunca pactaría con ellos porque no le dejarían dormir ni a él ni al resto de los españoles.

Es posible que Sánchez se desvelara un par de noches tras haber pactado pero a la larga seguro que el nuevo colchón de la Moncloa le permite descansar con los beneficios y las satisfacciones del poder, mucho mejor que desde la derrota política.

El Sanchismo ha ido mucho más allá que el PSOE y el PP en sus manejos por alcanzar y mantener el poder, con lo que se dibuja unos rasgos adicionales de este partido: el engaño, la mentira, la falta de principios. Con todo ello no es de extrañar que Sánchez haya sido capaz de gobernar con los resultados electorales más pobres de nuestra democracia como tampoco debe sorprendernos que esté siendo derrotado de forma llamativa en las recientes elecciones autonómicas y que las encuestas -incluidas las del señor Tezanos- le den resultados a la baja lo que predice probables derrotas en 2023.

En sus tres largos años de gobierno Sánchez evolucionó desde un intento por mantener la limpieza en sus filas, lo que costó el puesto a Huertas y a  Montón , a un mantenimiento a ultranza de su gabinete por muchos desatinos  que se produjeran consciente del debilitamiento que los cambios conllevarían.

En los últimos meses ha tenido que desprenderse de muchos de sus leales más frágiles y los cambios se aceleran a medida que se acercan las elecciones del año próximo en que el fortalecimiento del PP de Núñez Feijóo y la sospecha de que buena parte del propio PSOE puede distanciarse de Sánchez, le hace gesticular a la desesperada situando en primera fila a los peones que cree están menos desgastados.

La caída de Sánchez  está cada vez más cerca y con ella caerá el Sanchismo y el PSOE tendrá que enfrentar la dura tarea de reconstruir un partido  que se ha visto seriamente dañado en los últimos años.