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lunes, 25 de noviembre de 2024 | Última actualización: 23:18

España contra España

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Pascual Montoliu. Ha sigut capellà, professor d'antropologia i teologia, i tècnic comercial.

No hay peor mentira que la verdad a medias por ser una verdad tergiversada. Y añadía Dietrich Bonhoeffer, pastor y teólogo luterano asesinado en Dachau por los nazis, que todavía peor que la mentira es la verdad en labios del mentiroso, en clara alusión a la gran falsedad del nacionalsocialismo que se presentaba como verosímil defensor de los trabajadores, cuando era en realidad su enemigo e impostor libertador, y cuyo verdadero objetivo era su sumisión y explotación. En el Simposio Espanya contra Catalunya se han dicho verdades a medias y verdades como puños, pero que en labios de mentirosos políticos, resultan contaminadas y aparecen como mendaces, cuando muchas no lo son.

El Simposio ha sido un acto burdo de propaganda política de la Generalitat, que pretendía demostrar lo que todos sabemos, que desde los Reyes Católicos, y no sólo desde del Decreto de Nueva Planta, ha existido un intento metódico y continuado por erradicar del mapa español el hecho catalán, no sólo su lengua, en un intento vano de uniformar las formas culturales  de los pueblos de esta gran nación llamada España. No hacían falta tantas alforjas para una verdad académicamente tan bien asentada. Resulta ridículo a estas alturas pretender descubrirnos nuestro mare nostrum.

La primera mentira consiste en afirmar que ha sido España el sujeto de tales agresiones, o que ha sido Cataluña el objeto de las mismas. Fueron en su día la monarquía absoluta y, más recientemente, las dictaduras fascistas –Primo de Rivera y Franco- quienes maquinaron contra las culturas no castellanas, con el único objetivo de tener bajo control al pueblo uniformando el gallinero. Es, pues, un error grave de análisis convertir en un choque de culturas lo que fue un abuso de poder despótico, cuando no feudal. Resulta anacrónico atribuir a la monarquía absoluta el concepto romántico de nación que arranca del XIX. La monarquía absoluta se movía por criterios patrimoniales y de poder. Lo de la cultura era algo esotérico y de uso exclusivo de la nobleza. Para el pueblo no había ni morcilla. Mal papel el del PSC, que confunde clase y nación.

La segunda mentira consiste en presentar a la Cataluña actual como víctima de España. Supone una broma de mal gusto que tanto Euskadi como Cataluña se disfracen de expoliadas y discriminadas cuando son las vacas sagradas de la España de la Transición. En realidad, vascos y catalanes son actualmente los españoles de primera, reservándonos al resto los velones de segunda en esta procesión del santo entierro de la unidad española. Han sido los partidos nacionalistas, vascos y catalanes, quienes han mangoneado en los gobiernos de turno y han compartido mesa y mantel en el prostíbulo del Poder Judicial con los caciques del PSOE y del PP.

Artur Mas, como hiciera Zapatero,  hace trampa con la memoria histórica. Recurren a ella como vivero de votos ante su indigencia intelectual y la vacuidad de sus ofertas políticas. Usan la historia mutilada como propaganda. Lo peor de todo es que seguimos en la dinámica sectaria y fratricida de siempre, de una España contra otra España. Lo dijo Machado. Y hay que hacer un llamamiento al pueblo catalán para que se ande con cuidado, no vaya a ser que al grito de Catalunya lliure acabe siendo la Catalunya esclava de la burguesía catalana a las órdenes de ese manojo de disléxicos de la Esquerra, que ni saben dónde tienen ni una mano ni otra. No resulta higiénico despertar los odios atávicos de la Hispania tanto ulterior como citerior. Si produce alarma escuchar las soflamas incendiarias de tanto nacionalista exacerbado, acojona leer las amenazas de algunos ortodoxos españolistas. Haya paz.