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martes, 3 de diciembre de 2024 | Última actualización: 17:47

La tragedia de Bejís

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Desde que nos asentamos en Benicasim hace ya más de una década y gracias al buen consejo de nuestro amigo el actor Vicente Tarín, venimos consumiendo el agua mineral de Bejís así como también el delicioso aceite que extraen de los olivos que abundan en aquella pequeña localidad de la provincia de Castellón con 380 habitantes.

En este caluroso agosto del 22, Bejís se ha convertido en un lugar tristemente famoso debido al devastador incendio que ha arrasado sus campos de olivos y demás vegetación que adornaba el conjunto de la localidad.
Habrá que esperar años para poder degustar los aceites que primorosamente producía la Cooperativa Nuestra Señora de Loreto. Entre cuatro y doce años para que los nuevos árboles den sus primeros frutos y muchos más para alcanzar la plena producción. No me cabe duda de que la Cooperativa renacerá y que los aceites de Bejís reaparecerán pronto en nuestras mesas.

Milagrosamente, los manantiales de la excelente agua así como la planta envasadora -Los Cloticos- se han salvado de las llamas y los análisis operados tras extinguirse el incendio prueban que las aguas siguen manteniendo su gran pureza y su dulce gusto.
Pero si la tragedia de Bejís se expandió aun más a nivel mundial fue a causa del tren que procedente de Valencia se dirigía a Aragón, con medio centenar de pasajeros a bordo todos ellos a cargo única y exclusivamente de la maquinista, una mujer de mediana edad a la que quiso cargarse con todas las responsabilidades.

Tras la estación de Caudiel y sin que nadie le advirtiera del pavoroso incendio que se había desatado en su ruta, el ferrocarril avanzó hasta verse rodeado por las llamas, momento en que la maquinista frenó y se produjo una gran confusión, con puertas abiertas, escenas de pánico y pasajeros que intentaron escapar del fuego hasta que comprendieron, entre la asfixia y las quemaduras, que se encontrarían más seguros dentro del tren que había iniciado ya la marcha atrás.

Las irregularidades que se cometieron con ese tren fueron múltiples e inexcusables. La más evidente es que en un ferrocarril interprovincial de esas características no puede haber un solo empleado de la compañía, sino como poco también un supervisor. Más grave es que la compañía RENFE/ADIF fuera incapaz de conocer el estado de la ruta y prevenir al maquinista de que no abandonara la última estación segura. Una vez más se intenta cargar las culpa sobre el más indefenso de los empleados para salvar a la empresa. Confiemos en que la investigación abierta sea capaz de desvelar responsabilidades de una Compañía evidentemente mal gestionada por amigos del Gobierno.

Lo más alarmante es que, como consecuencia del cambio climático y del calentamiento global todo parece indicar que los incendios que este año han destrozado en España 50.000 hectáreas de terreno van a repetirse cada año, no ya en su mayor parte provocados por pirómanos sino como consecuencia de la mala administración de los campos, del vaciamiento de lo pueblos y de la quiebra de una relación natural entre el ganado y la vegetación.