Juan Teodoro Vidal. Químico.
Ya sabéis que en la gran ciudad a veces la vida se vuelve inhóspita por motivos causados por humanos (huelgas del tren y de la basura, atascos y aglomeraciones cuando a todos se les ocurre la misma idea a la vez), pero hay un fenómeno natural, esta vez, muy sencillo: la simple lluvia y en su variante más fría, la nieve, que hace que todo se vuelva dificilísimo, desagradable y lento.
La lluvia en Sevilla será una maravilla, pero en Madrid, la única ventaja que le veo es que contribuye a limpiar de humos el aire y de pipi y caca de perros la calle. Leí hace años, no recuerdo el autor, en un dominical, que el Barrio de Salamanca era un barrio en que se podía uno encontrar en las aceras una colección de “caquita de perro de raza selecta”. Aunque las costumbres de los humanos han variado algo y ahora está mal visto que se dejen tal cual las deposiciones de los canes y hay muchos que cumplen con los eslóganes cívicos recogiéndo lo que sus animales de compañía nos regalan, aún queda mucho camino por recorrer. A propósito, vi en Palma de Mallorca una campaña en la que en grandes carteles aparecía un can que había hecho una gracia enorme, exagerada para su tamaño, con el letrero maravilloso que decía “Cap caca de ca a ca nostra”. Pues eso. La lluvia, sobre todo si es un poco fuerte, borra por unas horas de la faz de la ciudad tan molestas plastas, que las adornan por la falta de civismo de los habitantes bípedos. La naturaleza corrigiendo por una vez la acción humana...
Aparte de esta bondad, todo lo demás, que para el campo, con moderación, es bendición: riega las plantas, llena los embalses, etc, para la ciudad en cambio acaba siendo peor que una plaga bíblica: paraliza el tráfico casi tanto como las rebajas, te cala hasta los huesos porque las distancias son enormes y no hay paraguas que te cubra más o menos bien por encima de 5 minutos, provoca accidentes de tráfico, retrasos para llegar al trabajo, te mancha la ropa cualquier coche que salpica del charco al lado del que ibas caminando, quita aún más, la luz del sol, que es a veces lo único que te alegra en invierno, etc. Recuerdo el 9 de enero de 2009 una nevada, no por anunciada menos letal, que paralizó tanto el tráfico que mi trayecto de Alcalá a Madrid, unos 25 Km, que se puede recorrer en media hora, tardé en recorrerlo ¡5 horas y media, desde las 7:30 h a las 13 h! En estos casos no es mucho mejor el tren, porque los trenes tampoco salen a la hora, supongo que porque los mueven maquinistas que han de llegar por sus medios a la estación...
¡Qué acertado refrán! No. Nunca llueve a gusto de todos.