Rafa Cerdá Torres. Abogado.
Mucho material ha ofrecido la candente actualidad para enhebrar extensos y sesudos artículos. Desde la cercanía de las elecciones europeas y todo el baile de encuestas, candidatos, discursos y elevadas arengas, hasta las coñaciles interpretaciones que para todos los gustos y colores ha supuesto la asistencia de la Infante Cristina de Borbón ante el Juez Instructor del denominado ‘Caso Noos’ en Palma de Mallorca, hasta la irónica astracanada que supone ver al condenado por delito de prostitución, Silvio Berlusconi, acudir a las consultas abiertas con el Presidente de la República Italiana como árbitro de facto en la resolución de la enésima crisis de gobierno sufrida por el país de la bota.
En casa, el sempiterno problema del ‘nom de la llengua’ con cruce de presiones y reproches entre la Academia Valenciana de la Lengua y el Consell de la Generalitat, además de hastío refleja el grado de ignorancia supina por parte de cierta clase política que ven peligrar su caladero de votos. Una cuestión que la Filología ha resuelto hace décadas, se sigue esgrimiendo como elemento de ‘controversia’ política. Como si no hubiera bastantes problemas en la Comunitat para crear otro nuevo...
En esas estamos, cuando la noticia de un grupo de inmigrantes fallecidos mientras intentaban arribar a las playas de Ceuta desde el lado marroquí, ha arrinconado a todas las demás. Un grupo numeroso de desesperados intentaron saltar la valla de seguridad que rodea el perímetro de Ceuta, en un primer momento fueron repelidos por agentes de la Guardia Civil. En otra sorpresiva maniobra, otro grupo intentó llegar a nado a la playa, y en el intento perecieron ahogados más de doce personas. Imaginarme el grado de desesperación, miedo y pánico que cada uno de los inmigrantes ha tenido que alcanzar para poner en peligro su vida en el intento de alcanzar nuestras fronteras, sencillamente me paraliza.
En nuestra machacada España, nos quejamos de los efectos perversos que la crisis ha provocado mientras decenas de millones de personas en África y en otros puntos del planeta, pasar un día es todo un logro de supervivencia. Guerras, hambre y persecuciones políticas y étnicas, son razones que vemos cada día publicadas en las portadas de los periódicos, pero para esta gente forma parte de su devenir cotidiano. Pongámonos en su piel un solo momento.
No seré yo quien eche piedras contra la actuación de la Guardia Civil, este cuerpo de valientes posee un impecable historial a la hora de garantizar la custodia de la frontera norte africana, y al mismo tiempo, de socorrer a los inmigrantes que procuran traspasar la valla y cualquier otro obstáculo a cualquier precio. Hasta el momento cada administración (Ministerio del Interior, Delegación del Gobierno en Ceuta, etcétera) ha dado una versión distinta de los hechos, cargando las tintas a fin de favorecer su posición frente a los otros. Que se callen y se dediquen a investigar concienzudamente qué demonios ha ocurrido, antes de seguir alimentando la ceremonia de la confusión, que lo único que consigue es alimentar el patético discurso buenista de políticos de altos discursos y nulo conocimiento de la realidad. Dar al Gobierno una patada en el trasero de los miembros de la Guardia Civil me parece indigno. Los agentes de la frontera se juegan cada día el tipo cada día en condiciones nada fáciles, siendo en toda esta historia los menos culpables.
La muerte de personas siempre es triste, pero más lo es cuando desaparecen tragados por el mar delante de nuestras costas, mientras aquí discutimos en torno a un estéril debate sobre balas de goma o de plástico. ¡Qué inmensa pérdida de tiempo!...más nos valdría ayudar a esa gente a tener una oportunidad de vida digna en sus países de origen. El futuro de gran parte del planeta depende de ello.