Las típicas mujeres de la izquierda más irracional de España, se han empeñado en robarles 364 días al año al resto de las mujeres, para poder flotar ellas tan sólo ese día.
Son millones las mujeres españolas, que se levantan a diario temprano y comienzan a trabajar denodadamente, ya sea atendiendo a su familia (el trabajo de una ama de casa es tan agotador como cualquier otro que se realice fuera del propio hogar), asistiendo a sus puestos de trabajo en los que permanecen desarrollando una labor muy importante para la sociedad y las más jóvenes, ya sean niñas o adolescentes, asistiendo al colegio o a centros de formación profesional o universitaria, para afrontar su futuro con una preparación más sólida.
¿Quién se siente autorizada por todas ellas para robarles los restantes 364 días del año?
Ni Irene Montero, ni la señorita Ione Bellarra, Secretaria general de Podemos, ni siquiera la menos sectaria pero mucho más peligrosa, la gallega ya en plena madurez Yolanda Díaz, pueden centrar en sólo veinticuatro horas toda su carga anarco-comunista, para llenar las calles españolas de manifestaciones interesadas, en un apoyo subyacente a las políticas de un Pedro Sánchez, que como de costumbre alterna “cal y arena”, para tener contentos o dubitativos a millones de españoles, que navegan entre la subvención y la decepción.
Hoy no se verá en las calles ni grandes avenidas españolas a esos millones de mujeres, que cumplen con sus responsabilidades, en vez de alardear de una popularidad en la que sólo se creen ellas.
No veremos a mujeres tan preparadas y bien pertrechadas políticamente, como Isabel Díaz Ayuso, Cayetana Álvarez de Toledo, Llanos Masó o Ana María Oramás por citar a las más representativas para mí de los partidos de centro y derecha.
A la izquierda de ellas, todo es populismo corrupto o un feminismo radical y mal intencionado, que predica una igualdad imposible, porque tanto física como emocionalmente Dios nos hizo diferentes, aunque cuatro pobres diablos, pretendan que cada uno de nosotros podamos ser como nos dé la gana, superando las normas de la naturaleza humana.
Podemos pretender tener todos los mismos derechos y eso es muy loable, pero no ser iguales, porque esa igualdad nos impediría crecer y multiplicarnos, para poder seguir existiendo otros centenares de siglos.
Hasta la semana que viene amigos y lectores.
