Al menos ese es mi punto de vista y el ánimo con el que afronto cada día de mi vida, desde hace muchos años.
Sin la menor duda, la salud es el primer factor que determina junto al calendario, nuestra predisposición más positiva a mirar con optimismo el futuro, por eso es muy importante el carácter de cada persona junto al sentido de la responsabilidad y una sensatez y objetividad muy bien desarrolladas.
Durante nuestra adolescencia nos sentimos capaces de afrontar cualquier reto, por difícil que pueda parecer, porque esa va a ser siempre la prueba del nueve para conocer nuestras auténticas capacidades.
Al menos los que nacimos impulsivos, inquietos y atrevidos partimos con ventaja en la salida, porque no dudamos de nuestras capacidades y no nos ponemos límites.
Eso no quiere decir que la vida, no nos ponga en nuestro camino barreras para ir saltándolas, pero cada vez que saltamos estamos demostrándonos a nosotros mismos, que las podemos superar aunque algunas se caigan derribadas por nuestros pies al impactar con ellas y otras nos causen heridas más o menos dolorosas.
Lo fundamental es no mirar atrás, lamentado el esfuerzo que hemos hecho o los contratiempos y sufrimientos vividos, sino pensar que vamos a seguir poniendo todo nuestro empeño en seguir progresando en todos los sentidos para llegar cada día a metas más difíciles y por tanto más valiosas para forjar nuestro carácter.
Me permito esta reflexión, porque mirando hacia atrás con serenidad, una vez más llego a la conclusión de que no una, sino la mayoría de las sociedades desarrolladas en el mundo actual, ya parecen más dependientes de lo que se llama ahora “la inteligencia tecnológica” que de la “natural”, sin pararnos a considerar que esa nueva forma de inteligencia, se ha forjado, desarrollado y asentado en base a hombres de carne y hueso como nosotros, que probablemente han dispuesto de unos medios formativos y un entorno académico distinto al nuestro.
Los grandes creadores de la humanidad a lo largo de los siglos, ahora les consideramos como estereotipos de mujeres u hombres excepcionales, cuando la realidad de su tiempo en muchos casos ha demostrado que sus descubrimientos fueron fruto de la casualidad muy a menudo.
¿Les resta valor a esas personas que la casualidad se aliara con ellos, para dejar su huella en la Historia de la Humanidad?
En mi opinión, no les quita ningún mérito ni valor a sus logros o descubrimientos, pero sin la menor duda contaron en muchos casos con el factor “suerte” o “casualidad”, pero siempre partiendo de la base de su trabajo, esfuerzo y perseverancia.
Precisamente por eso, siempre he tenido como lema en mi vida que hay tres principios fundamentales para triunfar en la vida, sea cual sea la faceta a la que nos dediquemos:
SABER, PODER Y QUERER.
Es muy posible que en los últimos treinta años, haya escrito alguna vez más sobre este tema, pero como si lo hice, es hace ya muchos años, quiero refrescar esta idea entre mis lectores más jóvenes por si les sirve de algo.
Es una reflexión dirigida a la generación de mis nietos más que a la de mis hijos, porque no tengo la menor duda de que para ellos ya escribí alguna vez algo muy similar hace más de un cuarto de siglo.
Hasta la semana que viene amigos.
