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viernes, 14 de marzo de 2025 | Última actualización: 14:05

De utopías y corralas

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Santiago Beltrán. Abogado.

A estas alturas de la película, no creo que a nadie en este errático país, le debiera escandalizar la actitud mantenida por la Presidenta de la Junta de Andalucía en el asunto de la ‘corrala’. Como alumna aventajada del nuevo socialismo democrático contemporáneo, la ínclita Díaz, como Groucho Marx, tiene unos principios, pero si a IU no le gustan tiene otros.

Desde que en 1986, el referente patrio de la ‘progresía’ de izquierdas (perdón por el pleonasmo), Felipe González, convenciera a la ciudadanía que el eslogán ‘de entrada no a la OTAN’, en realidad significaba no solo no salir nunca de la misma, sino integrarse en su estructura militar hasta los tuétanos, para acabar dirigiéndola a través de Javier Solana, otrora adalid de la utopía obrera española, nadie, en su sano juicio, debería rasgarse las vestiduras, al comprobar que la moral política socialista tiene mil formas de expresarse y manifestarse, sin caer nunca en la contradicción, ni por supuesto en la mentira o en la burla. Cien años de honradez y superioridad ética bien merecen la confianza del electorado, aunque la misma deba ser ciega, sorda, muda e imbécil.

Susana, como decimos por estos lares, demostró tener una excelente ‘arrancà de cavall’ y una no menos extraordinaria parà de burro’. En apenas cuarenta y ocho horas pasó de ser la ‘gran esperanza blanca’ que el PSOE estaba buscando desesperadamente, para sustituir al inacabable Rubalcaba, a convertirse en una enferma terminal, en estado catatónico. Desde los tiempos de Hernández Mancha no se recordaba nada igual. Entonces fue una suicida moción de censura, seguramente ideada por su peor enemigo Herrero de Miñón. Ahora no ha hecho falta ninguna ayuda, porque la Presidenta ha decidido incomprensiblemente suicidarse por su cuenta, sin encomendarse ni a Dios ni a Valderas.

Como vemos hay utopías que justifican una vida, mientras que hay otras, como la Corrala así llamada, que simplemente te la quitan. La Díaz se ha quedado sin credibilidad, que como la virginidad una vez se pierde ya no se recupera. Pero claro que esto serviría en un país mínimamente serio, como por ejemplo Alemania, donde se puede dimitir por falsear una titulación académica que nunca se obtuvo, no en el nuestro, en que se premia un ‘desliz’ de estas características, con la candidatura del PSOE a las elecciones europeas.