Comerciantes de la zona se muestran desalentados por la situación que arrastra un vial que hace años era la arteria principal del comercio local
Un breve paseo por el centro de Castelló basta para elaborar una pequeña radiografía de la situación comercial que existe actualmente en nuestra ciudad. Persianas bajadas, carteles de ‘se alquila’ o ‘se vende’ y locales cerrados a cal y canto se cuentan por decenas. Una imagen desoladora que se hace aún más ostensible en una de las calles que antaño fue la arteria principal del comercio.
Hablamos de la calle Alloza, un vial que ha perdido en los últimos años su habitual esplendor, pasando de ser la conocida como ‘milla de oro’ de Castelló a una especie de calle ‘fantasma’. Y es que en sus escasos 250 metros suma más de 25 establecimientos cerrados, muchos de ellos deslucidos por pintadas o y deteriorados por el paso del tiempo.
Atrás queda esa época dorada en que este emblemático vial, que se caracteriza por aglutinar firmas especializadas en la que prima la calidad y exclusividad, era una parada imprescindible en cualquier tarde de compras, tanto para castellonenses como para visitantes. Aunque todavía mantiene ese carácter local que le aleja de calles repletas de franquicias y firmas que se encuentran casi en cualquier ciudad.
Alloza es y seguirá siendo genuinamente castellonense. Sin embargo, el auge del e-commerce, la dificultad de acceso al centro y la apuesta por establecerse en los centros comerciales son algunos de los factores que han supuesto el abandono de esta importante calle de la ciudad convertida ahora en un desierto comercial. Así lo comentan algunas de las comerciantes que todavía sobreviven a esta sangría de cierres, aunque avanzan que “si esto sigue igual” se plantean bajar la persiana.
“El centro no se está muriendo; ya está muerto”, sentencia la propietaria de una tienda de complementos. “La gente está acostumbrada a comprar on-line y muchos clientes tan solo vienen a ver, tocar y probar, para luego adquirir el producto por internet a un precio más barato”, explica. Y, a ello, se suma los pagos a los que se enfrenta el pequeño autónomo: “Nos están asfixiando”, relata. Una de las quejas más generalizadas es el cobro de la tasa de basura, por la que los comercios pagan una media de 250 euros.
“Necesitamos ayuda por parte de las administraciones. El Ayuntamiento ha eliminado la tasa de ocupación de la vía pública para restaurantes y cafeterías, lo que cual nos parece una buena noticia, pero el comercio también necesita de su apoyo”, comentan con aflicción. En este sentido, recuerdan que durante los meses de pandemia en los que no pudieron abrir sus negocios “nos cobraron la tasa de basura íntegra”. Un impuesto “por el que pagamos lo mismo ahora que cuando teníamos el servicio de recogida de cartón. Es indignante”.
La dificultad para acceder en vehículo al centro es otra de las preocupaciones de los comerciantes. “La mayoría de mis clientes son de fuera de Castellón y han dejado de venir por los problemas para entrar al centro. Para aparcar tienes que hacer una excursión en coche, por lo que muchos optan por ir directamente a los centros comerciales, donde encima les sale gratis”. Una de las medidas que proponen son convenios del consistorio con los parkings de la ciudad para rebajar el precio de la hora, así como la eliminación de la zona azul los viernes por la tarde y los sábados por la mañana para favorecer el acceso.
Mejora de la iluminación
A los constantes cierre de locales y la escasez de clientes se suma otro problema: la iluminación. Recorrer la calle Alloza a partir de las 18.30 horas se convierte en una especie de ‘juego de las tinieblas’. “No sé a qué ingeniero se le ocurrido la brillante idea de colocar luces led en las farolas, cuyo haz de luz cae para abajo, e instalar unas macetas gigantes con plantas”, explica una de las comerciantes de la zona.
Por ello, reclaman al Ayuntamiento que mejoren la iluminación de la calle, pues esta circunstancia agrava aún más la situación que vive este vial. “Entre la oscuridad y la gran cantidad de locales vacíos, no apetece venir a comprar”, lamentan. Y la situación todavía se acrecienta más a la hora del cierre, pues los establecimientos decidieron hace un tiempo ‘apagar’ los escaparates. Así, sobre las 20.00 horas la calle Alloza parece más un vial del extrarradio, “sin vida y sin alma”.
Los establecimientos ya no pueden más y reclaman acciones urgentes para no dejar morir el centro, aunque muchos ya auguran una muerte anunciada. Y es que la mayoría de tiendas ha adelantado la hora de cierre y ha optado por cerrar sus negocios los sábados por la tarde: “Imagínate cómo está el panorama para que hayamos tenido que cerrar al público el fin de semana”, insisten.
Una calle dividida en dos
Pese a que la calle Alloza es una sola, una barrera ‘invisible’ la fracciona en dos. A partir de la calle Colón, el vial adquiere un cariz completamente distinto. Y así lo manifiestan algunos de los establecimientos de ese tramo. “La gente no pasa a la calle a partir de Colón. Existe una especie de ‘muro’ que la separa en dos partes muy diferenciadas”, cuentan. Y la dejadez en el último tramo es muy visible”.
Pese que a son muchos los comerciantes que han perdido la esperanza y que sostienen que la actividad no se va a poder recuperar, otros prefieren aferrarse a un optimismo que, por otro lado, está a punto de agotarse. Eso sí, el comercio local continuará peleando, codo con codo, para que el centro vuelva a latir y recupere su tradicional fulgor. Y es que eso es lo que se merece.