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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Indigestión política

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Desde hace algunos años, España está generando más política de la que sus ciudadanos son capaces de digerir. Ello es especialmente visible desde que el 16 de noviembre Sánchez renovó su mandato al frente del gobierno español.

Nada que objetar si tal mandato lo hubiera alcanzado con el apoyo de partidos fiables que se esforzaran en lograr el progreso y bienestar del país dentro de un orden asimilable al existente en nuestro entorno. Todos sabemos que no es así y que una alianza que incluye al único partido comunista existente en cualquier gobierno de Europa, el único independentista del continente y el único, en modo alguno puede tranquilizar a la mayoría del país.

Ese gobierno artificial, Frankenstein de la segunda generación, domina como es lógico el poder Ejecutivo del Estado, controla también el Legislativo gracias al apoyo de una veintena de partidos en su inmensa mayoría sospechosos. Y está empeñado en apoderarse también del poder Judicial uno de cuyos brazos -la Fiscalía General- por definición es elegido por el gobierno, una anomalía ésta que habría que corregir con urgencia. Otra pieza fundamental, el Tribunal Constitucional, ha sido conquistada también por el Ejecutivo.

Quedaba el consejo General del Poder Judicial como la última esperanza para impedir el monopolio de la izquierda. Después de cinco años de resistencia, Feijóo acaba de aceptar el diálogo con Sánchez y el primer asunto a negociar será la renovación del Consejo contando con la mediación de la Unión Europea.

Sospecho que muchos millones de españoles se temen lo peor. Tras haber criticado los encuentros de Sánchez con Sumar, con Bildu, con ERC, con el PNV y los proyectados con Puigdemont con un mediador salvadoreño especializado en amaños entre bandas armadas, aceptar ahora el diálogo con el gobierno para hablar sobre el CGPJ resulta, cuando menos, inquietante.

Como alternativa, el principal partido de España podría haber exigido que si Sánchez quería conversar con él, debería haber interrumpido los restantes diálogos que están encaminados a hacer borrón y cuenta nueva de todos los delitos políticos cometidos en los últimos años como paso previo a la celebración de un referendum en Cataluña que a su vez sería antesala de las consultas en otras regiones que pondrían en grave riesgo la cohesión de España.

El País Vasco es una pequeña autonomía, de las menores de España y claramente está deseosa de ampliar su espacio vital anexionándose Navarra. El proceso va bien; con el apoyo de Sánchez, Bildu ha alcanzado la alcaldía de Pamplona desplazando a UPN.

El muro que Sánchez se propuso levantar entre derecha e izquierda se va consolidando y mientras el PP sea incapaz de convencer a España de que Vox, hoy por hoy indispensable para derrotar a la izquierda, es un partido constitucional mucho más fiable que la gran mayoría de los aliados de la izquierda, la derecha no será capaz de desplazar a sus oponentes. En Europa no será necesario convencerles. La derecha es ya dominante en muchos países tan importantes como Italia, Países Bajos, Polonia, Suecia, Alemania, Hungría. En Francia, Macron acaba de aprobar una ley restrictiva de la inmigración gracias al apoyo de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen.

Acabamos el año con feas noticias que nos llegan a diario. No encuentro palabras para que mis deseos de que sus Navidades sean felices resulten convincentes. Olvídense por unos días de la política, recuerden el sentido espiritual de lo que evocan estos días, y confíen en que 2024 nos traiga, aparte de salud, prosperidad y amor, una buena dosis de tranquilidad política.