Hubiera querido estrenarme en 2024 con alguna buena noticia pero ya veo que como no recurra a posibles lluvias en nuestra región o a cómo crecen nuestros nietos, en lo que se refiere a la vida política, las buenas nuevas van a tardar en llegar.
El año ha empezado mal, muy mal. La derecha -habría que concretar más: Vox- ha metido ya un par de patas. La primera costó a Ortega Smith la amonestación en el parlamento del ayuntamiento madrileño. La noticia quedó incompleta porque nunca se supo qué dijo el diputado de Mas Madrid que provocara las iras de Ortega. En cualquier caso, la pérdida de control nunca es aceptable en público y en la vida política.
El segundo error fue la piñata Sánchez en las proximidades de la sede de Ferraz. No es la primera vez que se escenifica la violencia contra los líderes o símbolos políticos -la fotografía de los Reyes ha sido profusamente quemada, la bandera pisoteada, Rajoy guillotinado y golpeado, políticos de Vox han sido apedreados con asiduidad-. Pero esta vez el ofendido era Sánchez y era "necesario" recurrir a los tribunales.
En cualquier caso, estos desmanes no hacen sino apuntalar al inestable bloque de la izquierda que, agazapado al otro lado del muro, empieza a notar la tremenda diferencia que existe entre un pacto de investidura y otro de legislatura.
Conseguir el apoyo de una veintena de partidos para alcanzar la mayoría Frankenstein II tras el 23J fue trabajoso pero bien le valió la pena al PSOE para apuntalarse en La Moncloa. Pero tener que repetir el ejercicio negociador constantemente ante la necesidad de contar con todos los votos de sus socios en todas las ocasiones, va a ser un ejercicio agotador.
Sánchez se va a encontrar con el primer grave problema de cohesión de su gobierno cuando aun no ha avanzado ni dos meses de su legislatura. Está en puertas de presentar tres decretos leyes sobre asuntos muy difíciles -la mejora del subsidio de paro, la eficiencia procesal de la Justicia y un paquete de medidas anti crisis- cuestiones indispensables para que la UE transfiera los 10.000 millones de euros prometidos a España.
Sánchez lo va a tener difícil porque Junts ya ha dicho que votará en contra ya que uno de los decretos pondría cortapisas a la amnistía. Podemos también arrastra los pies. Y ante tal apuro, el gobierno coquetea con el PP que debe actuar con prudencia para que el votante no vaya a confundir el desfavor al PSOE con la pérdida de la defensa del Estado al que vendría muy bien los 10.000 millones de vellón. Y por cierto no estaría de más saber dónde han ido a parar los fondos ya transferidos a España. Estemos atentos a lo que ocurre mañana en las Cortes.
Aparte de estos sinsabores, todavía hay algunos más que afectan al sector exterior y que ponen en cuestion la credibilidad internacional de nuestro país. El primero y más grave, tras los traspiés dados en el Sahara que complican nuestra vecindad magrebí y en Gaza que nos valió el aplauso de Hamas ahora, llega el rechazo a sumarnos a nuestros aliados otanicos en la crisis del Mar Rojo que podría tener gravísimas consecuencias económicas sobre nuestro país por encarecer las importaciones de Oriente al cerrarse la ruta del canal de Suez y verse sustituida por la circunvalación del continente africano.
Tampoco es manca la contradicción de ser uno de los cinco países de la Unión que no reconoce a Kosovo por no dar precedentes a nuestras regiones separatistas, pero sí reconoce sus pasaportes.
En fin, que 2024 llega cargado y por si fuera poco,ahí tenemos el chapapote blanco, el covid, la gripe, las mascarillas y una Ministra de sanidad que se ha sacado de la manga el auto diagnóstico con lo que nuestra productividad que ya estaba por los suelos va a batir todos los records.
Feliz Año Nuevo, a pesar de todo.